Alberto Viña nos trae una nueva columna semanal sobre los ‘y si’. Apuntes desde Alcorcón: Por si acaso
Leí en un tuit hace un tiempo que ser adulto significa gastarse un día casi cincuenta euros de manera inesperada y sin sentido. Un martes te despiertas, trabajas, das un paseo y cuando vuelves a casa llevas en tu mano algo que no esperabas comprar y varios billetes menos en la cartera.
O un número diferente al que tenías en la app del banco por la mañana. Ser adulto también es pagar de formas distintas. Recuerdo a mi padre pagar todas las cosas un verano en la playa solo con monedas de dos euros de las que fue haciendo acopio durante todo el año. Al verano siguiente hizo lo mismo con billetes de cinco. El homólogo de ese extraño método ha tomado forma en mí de pagarlo absolutamente todo con tarjeta. En los descansos en el trabajo me acerco a un Carrefour que hay cerca de la oficina, cojo un plátano, lo peso y pago los doce céntimos que cuesta con tarjeta. En las cajas de autocobro, eso sí. SI me va a juzgar algo, mejor que sea una voz robótica sin rostro que una persona que me reconocerá al día siguiente.
Me desvío de lo que contaba en el inicio. El caso es que esta semana encontré la cámara de fotos que utilizábamos en mi familia. La revisé y vi que no tenía ni pilas ni memoria en la tarjeta, así que ese mismo día fui a comprar las dos cosas. Un gasto sin sentido y sin venir a cuento pero que se volvió completamente indispensable para poder continuar con mi vida. Compré la tarjeta, pregunté si serviría en una cámara del 2008, me dijeron que sí, llegué a casa, metí la tarjeta en la cámara, la encendí y en la pantalla apareció, en un tono rojo avergonzante, ‘error en la lectura de la tarjeta’.
Me enfadé porque si hay una cosa que no me gusta hacer en esta vida es el ridículo. Afortunadamente, en esta ocasión no había ni persona ni voz robótica conmigo para volver la situación más incómoda. Busqué el ticket y vi que se podía descambiar la tarjeta, pero pensé que para qué, que me la guardaría porque en el futuro le daría uso al cien por cien. Que me la quedaría ‘por si acaso’.
El ‘por si acaso’ es un camino de no retorno. Es una trampa de arena de la que no puedes sacar el pie una vez lo metes por vez primera. Es sumirse en la apatía de no querer corregir los errores y exprimirse la cabeza para buscarle una utilidad a las cosas. Porque ahora todas las cosas deben tener una utilidad, una razón de existir.
Sé que es contraproducente, pero yo soy fiel practicante del ‘por si acaso’. No por cubrirme las espaldas ante hechos inesperados, sino por no saber cómo combatir la apatía de arreglar los fallos. Sé que tienen solución y creo ser capaz de sacarlas adelante, pero prefiero crear escenarios nuevos donde puedan serme útiles. Esto es un debe mío, lo sé. Aunque al menos sé que tengo que corregirlo. Y mientras tanto, la consciencia del error me hace caer en la cuenta de otras cosas.
Porque ahora entiendo bien tanto al tuit del principio como a mi padre. Ser adulto es llevar dinero suficiente encima como para poder salir de un aprieto. Y también es llevarlo de diferentes maneras para no limitarse el abanico de soluciones. Seguramente no haga falta nada de eso, pero prefiero tenerlo. Por si acaso.
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro “Relatos de taller“, está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
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