Alberto Viña nos trae una nueva columna semanal sobre la muerte de Olivia Newton-John. Apuntes desde Alcorcón: Devoto sin esperanza
Recuerdo a mis padres hablar sobre famosos cuando era más pequeño. De que los famosos se morían. Uno se lo contaba al otro, abrían mucho los ojos y se lamentaban. Después nos contaban a mi hermano y a mí quién era el famoso y por qué se le conocía.
Yo nunca reconocía ninguno de los nombres de los que hablaban. De pequeño, los famosos que conocía e idolatraba parecían eternos. Parecían estatuas dotadas de movimiento, pero estatuas irrompibles al fin y al cabo. Futbolistas, personajes de la televisión o luchadores de la WWE. La vida en aquella época era sencilla. Pero se ha ido complicando y poniendo cuesta arriba. Y empecé a conocer a los famosos que se morían y a abrir mucho los ojos como mis padres.
No sé bien cuál fue el primer famoso al que seguí o al que conocía bien que murió. Se me viene a la cabeza Michael Jackson o Antonio Puerta, el jugador del Sevilla. Pero imagino que fueron sensaciones todavía lejanas. El fallecimiento de Olivia Newton-John me ha golpeado duramente. La protagonista de una película perenne e inmortal que dibuja los años 50 norteamericanos de forma que querrías vivirlos. Una película que arrasó en su época y que hasta mis hipotéticos nietos podrían disfrutar. Una de las películas que más veces he visto y que nunca he incluido entre mis favoritas aunque lo pueda ser tranquilamente. Una película que sabe esperarte y que no te guarda rencor.
Esto quizá sea algo egoísta. Creo que no es solo culpa mía. Creo que gran parte de la culpa la tiene la despersonalización que estamos viviendo. No sé quién ni qué la ha provocado pero está ahí. El caso es que prácticamente usamos los fallecimientos de famosos para medir el paso del tiempo y caer en lo rápido que se nos escapa. La pena por la muerte dura unos segundos y después se traslada a nosotros mismos. Nos apiadamos de los vivos, que es perfectamente válido e incluso creo que es hasta justo. Son quienes tendrán que lidiar con todo esto. Pero me apena un poco saber que incluso las muertes tienen una utilidad práctica en este mundo.
Tampoco ofrezco una alternativa. No sé bien como deberíamos reaccionar ante ella. Creo que depende de cada persona y sus circunstancias. Aunque sí pienso que deberíamos guardar al menos unos instantes de respeto y de luto. Creo que con Olivia Newton-John se hizo bien. Se lo merecía. También pienso que lo hicimos porque era ella. Si en vez de ella hubiera muerto alguno del grupo de John Travolta o del grupo de Olivia no habríamos tenido la misma reacción ni por asomo.
No sé muy bien qué quiero transmitir con esta columna. Tengo sentimientos e ideas encontradas al respecto de la muerte. Nunca supe qué hacer ante ella. Las muertes que han sucedido a mi alrededor siempre han tenido algo de esperado. Pero esta columna va sobre lo que nos ha despertado Olivia Newton-John. Es una pena que nunca lo vayamos a saber, pero creo que quienes nos conocen nos describen de verdad cuando nos morimos. Cuando no podrás escucharles ni pedirles explicaciones. Espero no morir nunca, pero si muero espero haberlo hecho bien.
Dijeron en la radio que el solo de Olivia en Grease, Hopelessly devoted to you, fue incluido de milagro en el corte final. Qué habría sido de ella y la película sin esa canción. Seguramente habríamos sido devotos sin esperanza, como cantó ella. O quizá lo seamos ya.
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro “Relatos de taller“, está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
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