Alberto Viña nos trae una nueva columna semanal sobre el valor real de la empatía. Apuntes desde Alcorcón: La mentira del ‘te entiendo’
Para esta semana quería escribir sobre algo diferente a mí. Siento que los columnistas nos escudamos demasiado en que nos publican en la sección de opinión, pero es que nuestra opinión no siempre hace falta.
Responder a las preguntas con un ‘no lo sé’ si sentir vergüenza posterior es algo que aprendí hace solo unos poco años. Siempre tenía que sostener una posición ante cualquier cosa y era agotador. No tenía antes ni tengo ahora las fuerzas y el interés necesario para estar al tanto de todo. Si hay algún consejo que os puedo dar es que miréis hacia otro lado en según qué temas. Nos pueden interesar muchas cosas pero no todas. El proceso de decisión acerca de qué temas descartar de nuestra lista de asuntos pendientes también requiere esfuerzo e interés, pero solo lo requiere una vez. Desde ahí ya es solo cuestión de revisar los apuntes para corroborar que no nos estamos equivocando y que estamos prestando atención a lo que habíamos decidido antes.
Entonces, el problema se reduce pero ni mucho menos desaparece. Lo que pasa a continuación es que es imposible experimentar el mundo sin el filtro, sin las gafas, de uno mismo. Para mí es demoledor pensar en esto. Nunca seremos capaces de comprender al otro de manera rotunda. Hay más mentira en un ‘te entiendo perfectamente’ que en cualquier otra frase pronunciada jamás en la historia de las posibles civilizaciones de todo el universo. Ni el más empático de los empáticos podrá jamás entender ni saber con creces lo que le está sucediendo al más abierto y sincero de entre todos los abiertos y sinceros. Esto es trágico. Es la confirmación de que estuvimos solos y de que seguiremos estándolo el resto de nuestra vida.
Es más desgarrador todavía si nos paramos a pensar que esto es completamente ajeno a nuestros esfuerzos y buenas intenciones. Porque podemos hacernos una idea de lo que le pasa al otro, pero ya está. Podemos relacionarlo con alguna experiencia personal similar, pero, de nuevo, estaremos utilizando nuestros propios filtros. No entendemos el mundo sin el yo como centro y pilar de todo. No sé si es algo malo pero es una realidad. Toda esta semana he estado pensando sobre ello y no se me ha ido de la cabeza.
Porque, además, las cosas objetivas son tremendamente aburridas. Las matemáticas no le gustaban a nadie en el colegio ni en el instituto. Solo cuando éramos capaces de entenderlas y de resolver los problemas era que le hacíamos un hueco en nuestra casa. Tampoco uno demasiado lujoso: una manta lo suficientemente larga y ancha como para que no tuvieran lugar las quejas y un espacio en un sofá del salón. Solo entonces es cuando la objetividad pasa a ser trepidante, cuando las hemos hecho nuestras. Y, por ende, subjetivas, propias e individualizadas.
¿La solución a esto? Sin reparo ni vergüenza, no lo sé. Esto es más una queja en alto que una propuesta de cambio. Creo que es una de las tantas putadas que nos tiene guardada la vida en tanto que vamos conociéndola más y mejor. Se me ocurre, por ejemplo, que deberíamos tener esto siempre presente cuando hablemos con alguien, especialmente sobre algo malo o duro. Y quizá comenzar a decir ‘te entiendo lo más perfectamente que se nos permite a los seres humanos’.
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro “Relatos de taller“, está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
Apuntes desde Alcorcón: La mentira del ‘te entiendo’
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