Apuntes desde Alcorcón: En qué trabajas

Apuntes desde Alcorcón: En qué trabajas

Alberto Viña nos trae una nueva columna semanal sobre el cambio de modo de vida. Apuntes desde Alcorcón: En qué trabajas

Uno de los cambios más impactantes de mi vida en los últimos meses ha sido dejar de preguntarle a la gente nueva que conozco qué estudia y empezar a preguntarle en qué trabaja. Me es imposible no sentirme aún un impostor haciendo y respondiendo luego a esa cuestión.

Siento escribir casi siempre desde mi posición de veinteañero pero es que no me gusta inventar demasiado en las columnas. Por eso hablo de lo que me toca vivir o de lo que viven los que me rodean y me puedo enterar. Creo que la entrada al mundo laboral no se puede comparar a ninguna de nuestras otras primeras entradas a ningún otro mundo. Los cambios del colegio al instituto y a la universidad son casi iguales. Solo cambian los compañeros, los edificios y las materias. Sabes que será después cuando vendrán otras cosas y que, hasta donde te alcanza la vista, sigues siendo estudiante.

Sin embargo, la entrada al trabajo es para siempre e irrevocable. Lo normal, lo habitual más bien, es no dar un paso atrás ni reinventarse. No volver a entrar a un aula en toda tu vida. Quizá no lo llegamos a pensar demasiado para no desmayarnos por el vértigo que supone asimilar esto. Pero no hay más vuelta de hoja. Un día llega un lunes a partir del cual no puedes plantearte faltar a tu obligación porque existe un compromiso contractual que tira más fuerte de ti que lo que nunca podrá hacer las sábanas de tu cama. Termina también la posibilidad de fallar en las entregas y en los exámenes porque no hay más segundas oportunidades ni recuperaciones. Lo que ves es lo que hay y lo que habrá hasta que decidan que ya tuviste suficiente y que puedes jubilarte.

Mi intermitente experiencia laboral me ha dejado ya varias reflexiones. La primera es que si dejara de hacer mi trabajo, el mundo no se vería afectado en lo más mínimo. Por suerte o por desgracia, es difícil sobresalir entre los más de seis mil millones de personas que hay en el planeta. Es muy poco probable que ninguno de nosotros vayamos a tener un impacto real en él. Ni la más exitosa persona que conoces dejará una huella recordable más allá de sus bisnietos. Esto ayuda a relativizar los tejemanejes del día a día laboral pero también atenta contra lo más delicado de la vida, que es la lucha por encontrarle un sentido y un significado a lo que hacemos.

Recuerdo cuando estudiaba los sectores laborales en el colegio. El primario, el secundario y el terciario. De pequeño no entendía que hubiera gente que había elegido trabajar en una granja o una fábrica pudiendo haber sido astronauta o cantante. Una vez pasa el tiempo comprendes que en el sector terciario no es oro todo lo que reluce ni mucho menos. Y que frustra sobre todo ver que tu trabajo no desemboca en nada en particular. Escuché una vez que hay trabajos de verdad y trabajos de mentira. Los de verdad son los que solucionan problemas reales, como enfermedades o averías. Los de mentira, como podría ser el mío, se centran en otras cosas, como enviar emails, hacer llamadas o escribir. Aún no me creo que me paguen por escribir, de verdad.

No sé si el trabajo dignifica, pero lo que sí ha hecho conmigo es salvarme de estar irremediablemente desquiciado. Es un mal necesario para salir a flote ¿Qué haría yo con todo mi tiempo si no? ¿En qué invertiría esta cantidad ingente de minutos que a veces no parecen terminarse nunca? El tiempo sobra y no me cabe en las manos, no sé manejarlo ni gestionarlo. Yo, al menos. Agradezco tener que enviar emails, hacer llamadas y escribir palabras de lunes a viernes, aunque a veces maldiga mi suerte.

Aún no comento bien las anécdotas de mi trabajo porque sigo sintiéndome un tanto desubicado. Aún tardo unos instantes en procesar que mi familia me pregunte qué tal en el trabajo. Ojalá no se marche nunca de mí esta sensación de impostor.

AV

Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro “Relatos de taller“, está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.

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