Nueva columna semanal sobre la influencia de «Las Chicas del Carmelo». Desde mi Colmena en Alcorcón: Opción o ejemplo
El martes 31 de mayo, en el Centro Cultural Viñagrande, recibimos la visita de Pepa y Petra, en representación de Las chicas del Carmelo: cuatro mujeres tan valientes como para contradecir los cánones de una época en que no se toleraban convivencias alternativas a las escasas y rigurosas formas de emancipación institucionalizadas.
Me sorprendió gratamente el aforo que acumuló el evento, tanto en cantidad como en calidad: las butacas se abarrotaron de mujeres y hombres que, en su gran mayoría, eran coetáneos de las invitadas. Todos tenían suficiente edad y sobresaliente apertura mental para comprender y abarcar la intención que se manifestaba a través del documental «Las chicas del Carmelo»: demostrar que es posible un modelo de convivencia diferente.
A través de dicho documental nos regalaron su experiencia, y con ella el mensaje de que tenemos un universo de opciones, y la que nos haga felices será un ejemplo a seguir. Me gustaría añadir: dentro de un marco ético de respeto y bienestar común (hay que concretar… no vaya a venirse arriba el aficionado a lanzar basura desde su terraza).
Hago hincapié en la diferencia entre opción y ejemplo porque al final de la proyección, entre las preguntas de los oyentes, una persona quiso remarcar que el modelo de convivencia mostrado por Marta, Petra, Juana y Pepa no era un ejemplo, sino una opción. Por supuesto ―respondió Petra―, es una opción, no un ejemplo.
Lo que tiene de ejemplar, en mi modesta opinión, es el valor reunido por ellas para haberlo desarrollado en una cultura aún encorsetada en los límites impuestos por una tradición cuya larguísima sombra, desgraciadamente, se extiende aún.
Su imposición, de hecho, amenaza con volver, amparada bajo una forma ideológica que creíamos vencida gracias a la evolución del raciocinio, igualmente amenazado, a su vez, por el retroceso que provoca la influencia de ciertos colectivos a través de las redes sociales que, de paso, alejan los libros.
El panorama ideológico de una tierna generación, abandonada a los bulos y la información rápida, basada en tópicos burdos y recalentados, es sumamente preocupante.
Volviendo al asunto de la ejemplaridad de Las chicas del Carmelo: me quedaría corta si sólo aplicara dicha cualidad al asunto de su polémico modelo de convivencia y el desafío que supuso en su día.
No bastando con la hazaña de edificar un hogar entre ruinas, en tiempos de éxodo forzoso a la ciudad: en un barrio sin asfaltar, sin luz, sin agua corriente; de extraer de una escasez que rozaba la nada los brotes necesarios para sobrevivir y, de éstos, crear nuevos brotes para seguir creciendo; no bastando con eso, como decía, demostraron cómo compartiendo lo poco que tenían con las personas que llegaban nuevas, que, como ellas, necesitaban la misma hospitalidad que ellas habían obtenido anteriormente de otras en un ciclo continuo de solidaridad… crecían todos.
Entre todos creaban un mundo de un grano de arena; como Bastian en la segunda parte de un libro que marcó mi infancia y la de la mayoría de mi generación: La historia interminable. La diferencia con Bastian es que éste obedecía a un modelo individualista (y ya sabemos algunos de dónde viene éste y dónde está desembocando) ―que, obviamente, no le llevó a buen puerto― y las heroínas de las que hoy trato parieron su milagro de la cooperación, de la unión, de crear lazos solidarios y consolidar una comunidad en la que, con orden y honradez, nada faltaría a nadie y los recursos sólo se incrementarían. Un modelo social cuya prosperidad dejaron patente. Un modelo, por tanto, muy temido y denostado por el dictado económico vigente.
Hoy por hoy estas mujeres ya no se enfrentan a las calamidades de sus comienzos. Podríamos pensar que se han acomodado, lo cual tampoco sería de reprochar, pues se han ganado a pulso la tranquilidad de la que deberían disfrutar ahora.
Pero no: ellas no pueden parar porque en su naturaleza, hasta el último día, se agitará el deseo de mejora, las preguntas, la inquietud en la mirada circundante, el: ¿Cómo podría cambiar esto, ayudar, mejorar esta situación…?
Actualmente, viajan a países donde otras poblaciones se encuentran en el mismo comienzo que tuvieron ellas. Les guían, les ayudan a reconstruirse, les ofrecen sus cimientos, su historia personal, su resultado final.
Siempre como una alternativa, estimulándolos en la idea de que hay muchas más opciones aparte de las establecidas. Sólo es cuestión de abrir la mente, para que se hagan visibles muchas más puertas que las pocas de las que disponíamos hasta ahora para el progreso.
Infinitas opciones, un solo ejemplo fehaciente de que otra forma es posible.
Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Su último libro, ‘Las abejas de Malia: el maestro griego‘ se puede adquirir pulsando aquí. Además, también se puede encontrar en tiendas como la Carlin de la calle Timanfaya, 40, que tiene un grandísimo servicio y amable, como el resto del municipio.
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