Nueva columna dominical sobre un tipo particular de garrapatas emocionales. Desde mi Colmena en Alcorcón: Narcisista a la vista
Acabo de finalizar una interesante lectura sobre personalidades narcisistas.
El contenido del libro es aplicable a cualquier tipo de persona que haya podido ejercer su nefasta influencia sobre nosotros: esa amiga tóxica, ese jefe carismático, devastador para tus buenos propósitos, ese familiar cuya opinión fue siempre tan determinante o ese profesor que merece perder el escalafón que erróneamente le otorgaste.
Una mala noticia: al narcisista no se lo identifica a simple vista; podemos vivir rodeados de ellos y apuntar justo a quien no adolece de tal patología, basándonos en el falso tópico aprendido de fuentes vulgares (dichos populares, películas, canciones, programas basura con periodistas de dudosa calidad…).
Es decir, normalmente tendemos a asociar la idea del narcisista a la imagen de una persona exitosa, carismática, bella e incluso presumida.
Apuntemos más bien alrededor de dicha persona destacable: si encontramos a alguien con aspecto afable, anodino, easy-going… pero una apreciable propensión a desvirtuar a la primera y/o a tratar de acceder a ella afectivamente, con la enfermiza intención de empezar a picar su amor propio lenta, sutil y tenazmente como una caries…, ahí tenemos un ejemplar de narcisista.
Porque un narcisista es la silenciosa sombra que siempre necesita oscurecerle el paso a alguien que tenga potencial para destacar y al cual necesitan dominar para alimentar su ego. Buscarán la ocasión de minar la autoconfianza de su objetivo y, como último recurso a la posible resistencia que pueda oponerles dicho objetivo, destruir su reputación. Espero que este artículo os facilite el olfato necesario para escapar de este tipo de gente como de la peste.
Hace veinte años conocí el caso de la hermana de una compañera de trabajo que adolecía de desórdenes alimenticios (anorexia, bulimia…). Cuál fue la sorpresa de mi compañera, cuando la valoración del psicólogo apuntaba a esta como causante del trastorno. Ninguna sorpresa para mí ahora, que tuve tiempo de calar sus intenciones (aparte de que ya llevo algo corrido con los años, las buenas compañías y, como colofón, lecturas como la del libro reseñado).
Ahora entiendo cuál fue el origen de su problema, así como por qué nunca logré una compatibilidad ni una mínima distensión con aquella compañera. Era como un vampiro de autoestimas. Su retorcida estrategia para hacerse con la atención de todo aquel con quien tuviera relación en su puesto consistía en encandilar a la mayor cantidad posible de gente, bajo esa apariencia tan mundana, simpática y ocurrente para, a continuación, zamparse afectivamente a unos pocos incautos y poco a poco lograr que vivieran pendientes de su aprobación; que pasaran a sufrir lo indecible ante el menor gesto de desprecio por su parte, así como por un injusto juicio a cargo de los abducidos que le siguen el juego a la persona narcisista.
Había logrado minar toda la autoridad que aquellas personas pudieran tener sobre sí mismas para imponer la suya.
Si no he interpretado erróneamente la lectura de dicho libro, para ayudarnos a perder la venda de los ojos, deberíamos respondernos a estas preguntas:
Cuando no estuviste de acuerdo con algo ¿tuviste la sensación de ser intimidado, dominado e incluso amenazado para devolverte a una posición de sumisión?
¿Sientes que entre los miembros del círculo en que te encuentras hay unas reglas tácitas que mantienen a unos (entendiéndose todos en la misma línea jerárquica) por encima de otros?
¿Cuando un semejante trató de imponerse, de adoptar una posición de superioridad sobre ti, y te rebelabas, eras tú el reprendido por quien tenía autoridad? (se entiende que este segundo es el narcisista que favorece al primero en su dantesco juego de destrucción moral).
Las siguientes señales revelan que has sido objeto de tácticas narcisistas:
Sientes que nada de lo que haces es suficientemente bueno. Vives obsesionado con la aprobación, con complacer a toda costa, justificarte continuamente y demostrar tu valía. Te aterra decepcionar porque nunca fuiste lo bastante bueno para la persona que dominó tu vida, tus ideas y tu seguridad, condicionándote por completo a su juicio.
Si reclamaste justicia, alguien vino a ponerte en tu lugar tachándote de conflictivo y empleando técnicas intimidatorias: cambios de humor, gaslightning, ley del hielo (retirada de la palabra o vacíos)… para desestabilizarte.
Cuando surgió un conflicto, tú siempre fuiste la oveja negra, el aguafiestas que rompió la supuesta armonía en la cual el narcisista mantenía sus piezas (entre ellas tú) donde más le complacían.
Normalmente la oveja negra es el miembro más intuitivo y sensible; el que percibe la injusticia y la denuncia. Le acusarán de mentiroso, exagerado e incluso enfermo mental… No temas acudir al psicólogo: va a ser el hada madrina que reparta leña.
Eso sí: entonces señalarán al psicólogo como “otro conflictivo” y cuestionarán su valía como profesional. Ríete, que es lo mejor que puedes hacer. De hecho, lo que más escuece a los narcisistas es esta reacción, mientras que la opuesta alimenta su ego. En cualquier caso, lo más recomendable es cortar de raíz toda relación con ese tipo de personas.
Por cierto, es muy probable que en el entorno cercano a un narcisista percibas un ambiente enrarecido: tienen una habilidad pasmosa para hacerse ver como víctimas. Se dedican a ventilar por doquier la maldad de ese compañero/amigo/hijo/pareja que se porta fatal con ellos porque… (etcétera).
Su intención será acentuar la sensación de aislamiento y soledad de la oveja negra provocando cierto rechazo social hacia ella, una manera de presionarla para que vuelva al redil.
Y como cada día que amanece el número de tontos crece, sus artimañas seguirán creando legión contra ti, malvadísimo espíritu libre.
Ignóralos. El mundo no se reduce a ellos y esto es un mar lleno de peces de colores como tú.
Ya tienes otro motivo para que amplíes tu vida social. Algo, por cierto, imprescindible para la salud mental en todos los aspectos.
Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una bruja, pueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web: «Las abejas de Malia», así como en Amazon.
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