Siempre me trae muy buenos recuerdos El Chuleta. Pongamos que hablo de Alcorcón.
De niño, pasear por la calle Mayor era más que un simple recorrido, era un deleite. Hoy, esos paseos se han transformado en una llave que abre la puerta a mis recuerdos más preciados. Esta semana, mientras visitaba El Chuleta con mi amiga Sara Pachón y otros compañeros, preparando la séptima edición de los Premios «Orgulloso de Alcorcón», no pude evitar sentirme profundamente conectado con las tradiciones de mi pueblo, esas que para ambos tienen un significado especial.
Caminar ahora por la calle Mayor de Alcorcón, hace difícil imaginar cómo era hace décadas. A mis 54 años, los recuerdos de mis veinte aún brillan nítidos, como si el tiempo no hubiese pasado. Era una época más sencilla, más cercana. Entre todos esos momentos, hay uno que sobresale: El Chuleta.
El Chuleta no era solo un bar; era el alma de la comunidad, un rincón donde siempre había una silla esperándote, una caña recién tirada y, si tenías suerte, un plato de su legendario conejo al ajillo. ¡Qué maravilla! Pocas cosas permanecen tan vívidas en la memoria como el sabor de ese plato. Allí se reunían familias enteras: padres, hijos, abuelos… El ambiente tenía una magia especial, como si el tiempo decidiera pausarse solo para que pudiéramos disfrutar de la vida.
El edificio, sencillo pero lleno de carácter, es el que aparece en la foto. Esa fachada amarilla, las sillas metálicas bajo el sol y el cartel rojo y blanco con el icónico «Restaurante Chuleta Bar» forman parte del imaginario colectivo de Alcorcón. Pasé incontables tardes en su terraza, jugando a las cartas, hablando de fútbol o simplemente disfrutando del sosiego de aquel entonces. No había prisas, solo buenos momentos.
Venancio, Luciana, Carlos, Ramón… Nombres que todavía resuenan en mi mente, protagonistas de un lugar que, con su trabajo y calidez, hicieron de El Chuleta algo extraordinario. Aunque aquel local tuvo que cerrar sus puertas, su espíritu no desapareció. En la calle Madrid número 4, resurgió con las mismas ganas, las mismas risas y, sobre todo, la misma esencia.
Hoy, El Chuleta sigue vivo en la memoria de quienes tuvimos el privilegio de compartirlo. Es un recordatorio de que, aunque todo cambie, hay cosas que permanecen intocables en el corazón. Para nosotros, siempre será «nuestro Chuleta«.
El Chuleta. Pongamos que hablo de Alcorcón
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