Si paseamos por la famosa Calle Grande, o Mayor hoy en día, de Alcorcón muchos de sus vecinos recordarán, si echan la vista atrás, cómo era hace unos cuantos años y verán cuánto ha ido cambiando con el paso del tiempo.
Nos encontramos con gente nueva, unos que van y vienen, comercios que abren, otros que cierran, incluso ahora con tanta obra hasta las calles están cambiando. Lo único que nos queda son los recuerdos e incluso esa morriña que nos entra cuando quedamos y hablamos de lo bien que estábamos en épocas pasadas. Una fotografía se puede romper, perder o incluso borrar, pero los recuerdos perduran en nuestra mente casi toda la vida.
Por desgracia, en estos tiempos, todo lo que no se va renovando muere o se queda atrás pero hay cosas que por mucho que pase el tiempo no deberían cambiar. Cuánto se disfrutaba de verdad cuando ibas al bar de toda la vida para reunirte con tus amigos, con tu familia o incluso tu solo para pasar un buen momento disfrutando de una cerveza con tu tapita de jamón. Ya no quedan bares como los de antes. Uno de ellos, de los más antiguos de Alcorcón, fue El Chuleta que era famoso por muchas cosas, entre ellas su plato estrella, el conejo al ajillo. Un bar familiar, un bar de amigos, un bar de toda la vida donde pasar un rato agradable con los de siempre sin importar la hora de llegada y el momento que fuese.
Los comienzos de El Chuleta
El Chuleta tiene una gran trayectoria en Alcorcón, mucha gente conoce y ha convivido con él, pero sobre todo degustado su delicioso conejo al ajillo, una de sus mejores especialidades del momento y que todo el mundo recuerda con admiración. Su historia comienza en una taberna humilde y muy pequeñita alrededor de los años 20, la cual se llamaba Vinos casa Venancio. Quien llevaba la taberna era, como no, Venancio, un hombre trabajador que estuvo prácticamente toda la vida dedicándose a la hostelería. Su vida estaba tan implicada que la casa donde vivía con su familia y otra más se comunicaba directamente con el bar.
Años después y por consecuencias de la vida, el bar pasa a manos de la sobrina de la mujer de Venancio cuando éste fallece, hasta que su hija Luciana contrae matrimonio con Carlos, quienes juntos “a trancas y barrancas” y con mucho esfuerzo deciden continuar con la historia de El Chuleta, que pasa a tener este conocido nombre aproximadamente en el año 1965. En aquel entonces el bar tenía muchísima audiencia, iban mayores, niños y esos clientes fieles de toda la vida. Tanta era la acogida que una radio les pidió como favor promocionar tanto el bar como su famoso plato de la casa, aunque en aquellos tiempos eran más reservados y rechazaron esa oferta.
Ampliación de un gran sueño
El bar tuvo su momento de auge, se hizo todavía más grande y lo que era la vivienda de Venancio empezó a formar parte de él, se hizo una terraza en la parte de arriba que más tarde cerraron para abrir otra en la parte de abajo, ocupando así prácticamente la mitad de lo que es ahora la Plaza de las Hermandades. Allí empezaron también en el mundo de la hostelería sus tres hijos, Carlos, Ramón y Raúl, junto con otros muchos camareros. Detrás del bar tenían como un pequeño patio que utilizaban como despensa, donde guardaban todo lo necesario, incluso tenían hasta un pequeño pozo y los más pequeños de la casa se bañan en el patio con los barreños.
Fue un período ya no solo de grandes bonanzas, sino de grandes risas, buenos tiempos y magníficos recuerdos que muchos alcorconeros añoraran para siempre. Aunque todo esto, sin quererlo, tuvo que terminar hace unos 10 años por ciertos motivos, no les dejaron otra opción. Esta famosa casa sería derruida para una nueva y moderna construcción.
Los más pequeños continúan la leyenda
Más tarde, sus hijos no se iban a dar por vencidos y decidieron abrir muy cerquita de donde estaba este, en la calle Madrid, otro bar con el mismo nombre, teniendo las mismas ganas e ilusión, puesto que lo habían vivido desde pequeñitos. El bar fue como cualquier bar al que hoy puedes llegar, con su barra, sus taburetes, sus mesas, su fútbol, su cerveza, sus tapas… pero la diferencia es que no era cualquier bar, era El Chuleta y cómo tal seguía con esos chistes de Ramón en la barra, sus pequeñas temáticas en un día de carnaval, esos villancicos en Navidades, y por supuesto con su tradición gastronómica de antaño, el gran conejo al ajillo.
Por diversos sucesos de la vida El Chuleta tuvo que apagar sus fogones y poner un punto a su gran historia. Todos sabemos que la vida da muchas vueltas y que uno no sabe nunca dónde puede acabar, puede incluso que ese punto no sea uno de un final y sea uno de continuará. Lo que si es seguro es que la casa Vinos Venancio, El Chuleta y su secreto del conejo al ajillo permanecerán en los recuerdos de muchos, sobre todo de los que han ido forjando la que es hoy la ciudad de Alcorcón, por lo que ese bar no es cualquier bar, ese bar ha formado una gran y recordada historia.
Más noticias de Alcorcón en AlcorcónHoy