Desde mi Colmena en Alcorcón: Sueños de titanes, «Sueños de princesas»

Nueva columna semanal de Patricia Vallecillo. Desde mi Colmena en Alcorcón: Sueños de titanes, «Sueños de princesas»

Materializado queda, por fin, uno de los sueños que las escritoras de Alcorcón hemos perseguido en los últimos meses: nuestra Asociación, “100 miradas”. En ella participamos mujeres y hombres de muy variada índole y géneros literarios.

Entre nosotras contamos con Felisa Pascual. Nuestra querida Feli tiene una conmovedora historia, tan admirable que no puedo pasarla por alto. Pero antes permitidme que os sitúe en el contexto laboral en que yo me encuentro, pues éste me lleva a tenerla presente en la columna de hoy. Enseguida entenderéis por qué.

Yo trabajo en una empresa de servicios de limpieza. Gestiono altas, bajas, suplencias, vacaciones…, entre las maldiciones de unos, las vueltas de tuerca de otros y el temor a prostituir mis principios. Corren tiempos diabólicos. A pesar de la diligencia que debo a una parte, no dejo de poner el corazón en llevar al mejor puerto posible a la otra (a la que realiza el trabajo peor pagado).

Tristemente, al final todo se reduce a números, cálculos y cábalas. Sin embargo, como yo no soy una IA (inteligencia artificial), tan en boga actualmente, todo este trasiego de limpiadores y limpiadoras, con sus carros, sus escobas, sus trémulas voces casi apagadas y el arrastre de los agotados pies ―como si pudiera sentirlos merodear a mi alrededor―…, va dejando un rastro en mi neurona más emocional, una estadística que se pergeña sola en la memoria de este humano corazón.

A través de su análisis extraigo varias conclusiones, una de las cuales es que la mayoría de ellos se infravaloran. Han interiorizado la consideración percibida tanto desde las empresas para las que trabajan como de los viandantes y usuarios  que les pisan lo fregado y transitan entre ellos como si fueran invisibles.

Tal fue el caso de nuestra Feli.

Con ocasión de una recopilación de relatos navideños que estamos preparando en la asociación, tuve el privilegio de revisar su texto. En él, como en todos, encontré algún detalle que yo redactaría de otro modo, pues cada cual tiene su estilo. Pero ella, pobre mía, empezó a disculparse por no disponer de la misma soltura y otras cosas… (se llama síndrome del impostor y es el legado que te dejan aquellos que se ocuparon de aniquilar tu autoconfianza para disponer de lo más similar a un esclavo).

Felisa es una de las veteranas del grupo. Es una de tantas mujeres de su época que se vieron obligadas a abandonar la escuela a muy tierna edad. Ella, además, tuvo que marcharse de su pueblo para venir a la ciudad a ganarse el sustento sirviendo y limpiando, en condiciones que nada tienen que ver con las actuales (las cuales, reitero, tampoco son para echar cohetes).

Pero Feli tenía un poderoso corazoncito de escritora revolviéndose en su interior. Entre barridos, fregados, abrillantados y recados de los señoritos, en su cabeza se tejían hermosas historias, emotivas a la vez que cargadas de cierto reclamo basado en testimonios de realidades desconocidas para la mayoría de nosotros, boomers de infancia decente.

Sólo descansaba una tarde a la semana y tenía claro lo que quería hacer: leer. 

Y es que, durante su labor, nuestra soñadora amiga y compañera se sentía continuamente tentada por los murmullos y siseos con que, desde sus estanterías, los libros por los que pasaba el paño cada día la invitaban a probar mil mundos y versos.

Tan pronto como pudiera, la pequeña Feli se hacía con cualquier libro y sus ojos devoraban las líneas como los escasos dulces que, tal vez con ocasión de la Navidad, pudiera disfrutar.

A la vista de lo narrado es comprensible que, al excusarse por un dudoso/pasable leísmo o una coma en vez de un punto, yo necesitara recordarle que con catorce años, mientras ella ya acumulaba dos doblando la espalda para frotar un mueble o abrillantando el suelo de rodillas, yo estaba cómodamente sentada en un aula recibiendo clases de Lengua, Literatura, Filosofía, Historia… (de las mates prefiero no acordarme), sosteniendo un bolígrafo entre mis suaves manos mientras un mapa de callos invadía las suyas.

Por tanto, yo siento que me corresponde saldar una deuda contra esta injusticia del destino que nos situó a Feli y a mí en líneas de salida tan desproporcionadamente alejadas. Y lo hago poniendo mi ventaja al servicio de su merecido brillo. De paso, así gozo del lujo de conocer antes que nadie las maravillosas historias fraguadas por esta niña inquieta que no renunció a su sueño de princesa titánica.

Felisa Pascual es la autora de los libros “Sueños de princesas” y “Un destino incierto”, ya ha participado en varias ferias del libro, y el próximo día 9 acudirá a firmar en la Feria del Libro de Murcia.

Para “100 miradas”, es todo un honor tener entre nosotras a una heroína que ni la mejor pluma habría creado más tenaz.

Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una brujapueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web: “Las abejas de Malia”, así como en Amazon.

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