Nueva columna semanal de Alberto Viña sobre el tiempo diario del que disponemos. Apuntes desde Alcorcón: La guadaña de Cronos
Me gusta que esta columna no ocupe demasiados minutos de lectura. Sé lo frustrante e impotente que se siente cuando nos hacen perder el tiempo. No es oro todo lo que reluce, pero el brillo del tiempo podría distinguirse a kilómetros de distancia.
El rey de los titanes griegos, Cronos, asociado con los años al tiempo humano (calendarios, estaciones, o cosechas), ofrece un ejemplo magnífico del uso del tiempo, tanto bueno como malo. Cronos fue el sexto hijo de Urano, a quien se le avisó de que uno de sus hijos terminaría por derrocarlo. Para evitarlo, este decidió no dejar salir a ninguno de sus retoños del vientre de su madre, Gea. Cronos fue el único que decidió cumplir la voluntad de su madre: acabar con Urano. Lo hizo cortando sus partes más nobles de un golpe de guadaña. Tiempo después, Cronos tuvo que enfrentarse a la misma profecía. Ni su experiencia personal ni el generoso tiempo extra que le fue concedido consiguieron que Cronos cambiase el resultado final: Zeus, ocultado por su madre Rea, esquivó las fauces de su padre y le envenenó.
La propia representación mitológica del tiempo humano (no del tiempo en sí, pues ese sería, entre sus muchos nombres, Chronos) alegó lo mismo que alegamos nosotros cuando no cumplimos con nuestros cometidos: falta de tiempo. Su acto de estupidez fue inmortalizado por Francisco de Goya en su cuadro Saturno devorando a su hijo. Algo así como un post-it tétrico, al que solo un golpe de mirada basta para recordar su cometido, supone este cuadro, que espera en el Museo del Prado pacientemente a que no nos ocurra lo mismo que a Cronos.
Entiendo esto como una moraleja con aplicación directa a nuestras vidas. Tenemos más tiempo del que pensamos en nuestro día a día. Sé que muchas veces es imposible encontrarlo, pero está ahí. Las cosas se hacen mejor cuanto más tiempo empleamos en ellas, y la sensación constante de llegar tarde a todo nos empuja al barranco de la precipitación. Es una especie de vertiginosidad impostada que consigue que no hagamos las cosas todo lo bien que podríamos y nos gustaría. No tengo tiempo para hacerlo bien, así que tendré que posponerlo para cuando sí lo tenga y pueda prestarle la atención que necesita y merece.
Esta columna es un poco víctima de esa vertiginosidad inventada, o más bien magnificada. Estas columnas beben más a menudo de lo que me gustaría de la inspiración y el golpe de adrenalina del último momento. A estas columnas podrían ocurrirles en más de una ocasión lo que a Cronos con su hijo: ni la experiencia previa personal ni el generoso tiempo extra concedido podrían variar el resultado final. A veces me ahogo en un vaso de agua y me dejo llevar por su débil corriente solo para terminar quejándome de la orilla a la que me ha arrastrado y que ya había podido atisbar mucho antes de impregnarme con su arena. Y creo que nos ocurre a muchos de nosotros.
Como decía al inicio, ojalá estas columnas nunca os roben más tiempo del necesario. Ojalá os ayuden a hacer un alto en el exigente camino de la gestión del tiempo. Quizá sea eso lo que reluzca en la distancia y no el tiempo en sí. Puede que el tiempo sea una herramienta y no un fin. Como el pincel de Goya o la guadaña de Cronos.
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro “Relatos de taller“, está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
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