Apuntes desde Alcorcón: Atravesar y aprovechar

Apuntes desde Alcorcón: Atravesar y aprovechar

Alberto Viña nos trae una nueva columna semanal sobre el verano que ya no tendremos. Apuntes desde Alcorcón: Atravesar y aprovechar

El miércoles fui a la presentación de un libro. Mi plan original fue completamente modificado a causa de la inesperada tromba de agua que cayó en Madrid. Sé que son comunes, pero nunca me acostumbré a las tormentas de verano.

La novela que presentaban aquel día lleva como título ‘Perder’, y me viene fantástico para hablar de lo que había pensado hablaros hoy. De lo que hemos perdido. O de lo que me he dado cuenta hace poco que perderemos todos: el verano de cuando éramos niños. Siempre que llegan los últimos días de junio mi cuerpo activa el chip estival. El chip de despertarse tarde y con la ventana abierta, de beber el Cola Cao o el café con la leche fría y de encontrarle el gusto temporal a la macedonia, que se marchará en septiembre y no volverá hasta el próximo junio.

Este año he visto varios colegios e institutos cerrar. Hay uno al lado de mi trabajo que es un auténtico edificio fantasma. La calle va perdiendo día a día a sus transeúntes. Pronto se convertirá en el portal de un bloque por el que pasa una persona cada tres minutos. Este año he visto que un tren de metro a las ocho de la mañana sin estar a rebosar es posible. Porque la gente se está yendo de vacaciones. A mí me queda un pelín todavía, pero ya sé que he perdido toda esperanza por tener unas vacaciones como cuando era pequeño.

Recuerdo que le decía a mi mejor amiga hace poco que tenía ganas de ver cómo era un verano trabajando. Creo que es un buenísimo momento de inflexión en nuestras vidas. No me atrevo a afirmarlo con rotundidad porque apenas tengo unas dos semanas de experiencia, pero que el cambio, la inflexión, es a peor claramente.

¿Cuántas cosas hemos perdido de forma indirecta con la pérdida del verano de cuando éramos pequeños? Ya no vivimos por las mañanas, por ejemplo. Ya no vamos al supermercado a hacer la compra después de desayunar. Ya no paseamos cuando el sol todavía no nos percute en silencio con sus rayos demoledores. Ya no paramos debajo de una sombrilla de algún bar a tomar un loquesea con hielo. Ojalá que la tapa sea algo veraniego también. O unas bravas. Las dos nos valen.

Ahora vivimos por las tardes, cuando nuestros turnos nos lo permiten. Salimos cuando el sol está poniéndose y nos regala su mejor estampa naranja. Si tenemos suerte se mezcla con el gris de las nubes y forma un cuadro precioso. Un segundo, voy a hacerle una foto y ahora sigo (…). Decía que vivimos por las tardes, a la sombra del remordimiento de una siesta demasiado eterna. Con la alucinación perpetua de que sean las diez de la noche y que de esa frase solo sea cierta la primera mitad, porque ni es de noche ni es nada. Pero cuando quieres darte cuenta el móvil te recuerda que su alarma sonará dentro de pocas horas. Toca retirada.

Contaba el escritor de la novela del miércoles que por las noches era cuando más se inspiraba y mejores textos le salían. También que la idea surgió el verano pasado. No me extraña. El verano es época reflexiva donde las haya. Atravesarlo como un asalariado y aprovecharlo como un niño sea de día, de tarde o de noche es para lo que hemos llegado vivos a él.

AV

Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro “Relatos de taller“, está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.

*Queda terminantemente prohibido el uso o distribución sin previo consentimiento del texto o las imágenes propias de este artículo.

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