Apuntes desde Alcorcón: Arropado en lavanda

Apuntes desde Alcorcón: Arropado en lavanda

Nueva columna semanal sobre lo que uno quiere y desea por encima de cualquier cosa. Apuntes desde Alcorcón: Arropado en lavanda

Recuerdo el tema de la última columna: a veces no nos sucede nada y no es necesariamente algo malo. Pero como esa manzana sobre la cabeza de Newton, esta semana me ha golpeado para explicarme con pelos y señales lo que es la ley de Murphy.

Podría hablaros de cómo he visto por fin a uno de mis grupos favoritos tocar en directo tras años de espera. Podría hablaros de cómo el concierto coincidió con mi equipo de fútbol ganando una semifinal europea en una temporada en la que me llegué a imaginar la vida en segunda división. Pero os voy a hablar de otro anhelo que he cumplido estos días: por fin tengo una planta de lavanda en mi casa.

No juzguéis los anhelos de nadie. Llevo enarbolando la bandera de tener plantas en casa desde hace varios meses. Cinco, para ser exactos. Unos cuantos más que Ayuso. Lo que comenzó siendo como un añadido a mi nueva habitación se ha convertido en detenerse más tiempo en las floristerías que en los estantes del supermercado. Se ha vuelto mi mejor consejo. “Pon plantas en tu casa” sería mi frase más dicha esta semana si se contabilizaran datos banales. Probablemente la planta no te resuelva ningún problema. Es una planta, no un hada madrina. Pero créeme que ayuda verla crecer y sacar pecho y brillar con los rayos del sol. Incluso la propia palabra, planta, es impecable. La explosión de la pe inicial descansa sobre una ele de terciopelo y te deja coger aire en la ene antes de rematar con una sílaba final que reitera y se gusta en la vocal para cerrar con gran armonía.

Esa última frase describía mi visión sobre las plantas hasta hace nada: algo precioso sobre lo que recrearse. Lo que descubrí fue que no solo son decorativas, sino que algunas plantas cumplen funciones concretas. Y en esas me topé con la lavanda que corona mi terraza. Presumiblemente está ahuyentando a mosquitos y moscas mientras ponemos telas mosquiteras en las ventanas. Pagué seis euros por ella y al día siguiente vi que costaba tres en otra tienda cercana. Pero mi planta de lavanda, la mía, la que puedo observar si giro mi cabeza hacia la derecha, esa sí valía seis euros porque ya no es una planta de lavanda. Es mi planta de lavanda.

Y puede que la planta no espante ninguno de nuestros problemas. Pero se afrontan de otra manera. Arropado en lavanda. Quién sabe si también en menta o hierbabuena más adelante. No se juzgan los anhelos de uno.

AV

Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro «Relatos de taller», está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.

*Queda terminantemente prohibido el uso o distribución sin previo consentimiento del texto o de las imágenes que aparecen en este artículo.

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