Nueva columna semanal sobre el cambio de hábitat y también de vida. Apuntes desde Alcorcón: A dos minutos
Alejandro, a quien llamamos Soto por su apellido, enchufa el HDMI de la play a la televisión a la 1 de la mañana. Mi mando no tiene batería y tenemos que enchufarlo para que pueda darse el partido de FIFA. Se lo cedo a Jorge para que juegue él. Yo tengo que retratar la estampa, la que deseo tener durante mucho tiempo, en palabras.
Nuestra casa está en Opañel, a apenas dos minutos del metro. Todo en nuestro nuevo barrio está a dos minutos: el supermercado, la cafetería y hasta el taller por si algún día necesitamos algo de ellos. El piso es antiguo, pero un antiguo de los que tienen mil historias para contarte. Estas paredes han visto pasar a decenas de personas antes que a nosotros y verá a otras tantas personas después de que nos marchemos. Abro los cajones como quien hojea libros en librerías de segunda mano. Busco dedicatorias y anotaciones en vez del contenido.
Cambiaría muchas cosas de esta casa nueva. Las camas se hunden entre muelles a punto de deshacerse y las mesas bajas están coronadas por un mármol muy poco amable. La antigüedad de la cocina no es de las que cuenta mil historias, sino de las que observa tu juventud de arriba a abajo y te dice que no tienes ni idea de la vida. Que es cierto, por otro lado, pero no hace falta que me lo recuerdes. Me gustaría saber cómo aprendieron los que ahora saben. Me imagino que todos tuvieron en su formación etapas como la que inauguro yo este fin de semana.
La calefacción funciona a trompicones, el agua caliente tarda en aparecer y el salón lo preside un imponente mueble empotrado. Estamos nosotros en su casa y no él en la nuestra. Por más que lo llenemos de decoraciones y cables no termina de asimilar una nueva dinámica a la que parece que nunca terminará de acostumbrarse. Tampoco me hago yo con que nadie vaya a sacarme las castañas del fuego nunca jamás. Estamos mis amigos y yo ante la tarea nunca antes contada de gestionar la supervisión.
Ya terminó el partido entre Soto y Jorge. Será el primero de muchos. No me ha dado tiempo suficiente a escribir toda la columna mientras jugaban. La estoy rematando en mi nueva cama junto a mi nueva lamparita de noche. Seguramente no sea mi mejor columna. Es difícil explicarse desde una nube. Prometo más literatura las próximas semanas. Tendré las experiencias a apenas dos minutos.
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro “Relatos de taller“, está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
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