Devolver el favor a Alcorcón

Devolver el favor a Alcorcón

Alberto Viña nos trae su primera columna semanal de los sábados para este medio. Devolver el favor a Alcorcón

En mi panteón de escritores de referencia hay una característica común: todos comenzaron publicando en medios de su ciudad. Algunos, de hecho, lo siguen haciendo. Enrique Ballester en el Mediterráneo de la Comunidad Valenciana, Juan Tallón en El diario de Pontevedra o Antonio Agredano en el Diario Córdoba.

Escribes en un sitio y ya te sientes parte de él. Yo pensé que debería hacer lo mismo que ellos. Es mejor aprender a conducir en las carreteras que has cruzado millones de veces como peatón. Y aunque nunca dejaré de sentirme un poco apátrida -nací en Sevilla pero vine a Alcorcón con mi familia a los nueve años-, he paseado muchísimas más veces por el parque de Los Castillos que por el de María Luisa. Con Alcorcón me siento un poco en deuda, a pesar de que no fuera yo quien eligiese vivir aquí. Trato de devolverle los favores que me hizo de todas las maneras del mundo, desde no tirar basura en la acera hasta darme una carrerita para cruzar rápido y no interrumpir el tráfico cuando un coche me deja pasar. Pienso que lo más probable es que no sea suficiente.

Por eso va a ser una responsabilidad muy grande poder venir aquí cada sábado a hablar sobre cualquier cosa. El ímpetu de querer hacerlo bien y de contar algo relevante se va a convertir en algo perpetuo. Vuelvo a ser un niño pequeño que quiere hacer el mejor dibujo de la historia de los dibujos para su abuela, que le ha pedido que le haga uno. Vuelvo a jugar al fútbol en el instituto y vuelvo a tener que devolverle la pared en condiciones al que mejor juega de la clase. Si no fuera por él no tendríamos ni siquiera los cordones bien atados. Vuelvo a tener que repartir los trozos de turrón de manera justa entre mis familiares y yo. Nadie habló nunca de qué trozos, sino de cuántos.

La responsabilidad se manifiesta de maneras diferentes a lo largo de nuestra vida, pero siempre aparece. Siempre te toca la puerta cuando más concentrado estás y siempre te deja un rato pensando en lo que te ha dicho cuando sale de tu habitación. Al entrar en ella siempre se sienta en el lado de la cama donde se suele poner la conciencia. Parece que lo hiciera a propósito. Que hablaran las dos en el pasillo e idearan la forma de hacerte cambiar el chip. Me resulta curioso que reaccionemos a los golpes de responsabilidad de la misma forma cuando somos niños y cuando crecemos. El tiempo nos cambia solo el momento posterior, el cómo lidiamos con la responsabilidad. Pero la sensación es la misma.

Ahora tengo una nueva manera de devolverle el favor a Alcorcón. Comparto algo por fin con quienes conforman mi panteón de escritores favoritos. Siento responsabilidad. Dejo que entre en la habitación sin problemas. Sigo paseando por Los Castillos. Tiro basura en las papeleras y hago la misma carrerita cuando me dejan pasar. Nada cambia. Solo pienso que ahora quizá pueda ser suficiente.

AV

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