Desde mi Colmena en Alcorcón: Sangre, sudor y lágrimas: los tres “ochos”

Nueva columna semanal que nos narra los orígenes del Día del Trabajo y nos invita a una reflexión comparativa. Desde mi Colmena en Alcorcón: Sangre, sudor y lágrimas: los tres “ochos”

Primero fue el sudor, mucho sudor. Las lágrimas lo sucedieron por infinidad de causas que podríamos resumir en unas pocas líneas: la precariedad que propiciaba muertes sin justicia ni compensación para el fallecido y su familia; las jornadas, extenuantes, que podían alcanzar hasta dieciocho horas sin descanso para desesperación de una población previamente expulsada del mundo rural hacia el yugo de las fábricas en la ciudad; enfermedades atacando sin tregua a los cuerpos desprotegidos (en todos los sentidos) y exhaustos por el trabajo, la miseria y todas las penurias arrastradas en aquella revolución industrial e infernal de la que no se libraron ni los niños, a finales del siglo XIX.

Después vino la sangre. No solo la sangre perdida por un brazo aplastado en un feroz engranaje mecánico o los innumerables abortos sufridos por embarazadas llevadas más allá del límite de la resistencia en un trabajo inhumano…, no: la sangre que brota cuando el conflicto se vuelve necesario, invitado por el fin de la paciencia. La sangre de quien se rebela y, como colindante, la de quien trata de sofocar la revuelta, obedeciendo las órdenes de quienes no ceden a las pretensiones del colectivo hastiado.

Con sangre, sudor y lágrimas se pergeñó, revuelta tras revuelta hasta conseguir la ley deseada, la meta ocho de trabajo, ocho de descanso, ocho de ocio, crisol de este día que celebramos como Día del Trabajo. La consecución de dicha ley encontró su punto de partida un 1 de mayo de 1886, gracias a los conocidos como los mártires de Chicago” que pagaron con su vida la jornada que hemos disfrutado desde entonces, siempre acechada por los coyotes hambrientos de poder sin límite.

Hoy deberíamos sumirnos en una reflexión sobre la firme determinación de proteger celosamente esos tres ochos, honrando así a aquellos valientes, así como a todos los que les han sucedido después.

Por ejemplo, podríamos preguntarnos: ¿Qué está saliendo mal para que los tres ochos no nos garanticen una vida digna? ¿A qué recurren los explotadores cuando la policía, que actualmente pertenece a un gobierno democrático, ya no les obedece como perros fieles? ¿Con qué se resarcen por las medidas sociales que tanto les molestan (como la subida del salario mínimo)?

Os daré una pista: ¿A alguien más le ha salido la compra por un pico últimamente? Pues eso, señores, obedece al neoliberalismo económico, cuyos métodos son más sutiles y efectivos que en aquellos tiempos de porrazo al canto.

Con la terquedad y el despotismo de un viejo Rockefeller negándose a dejar que la muerte le abra los puños donde encierra su riqueza manchada del sudor y las lágrimas de otros, el capitalismo ha legado su herencia a un hijo que puede llegar a ser tan bestia como él: el ya referido neoliberalismo económico, que se abre paso a codazos como ese abusón del colegio que se sabía protegido por las autoridades que miraban hacia otro lado o decían: “cosas de niños”, que en el argot laboral adulto viene a equivaler al consabido: “es lo que hay”.

Pero éste es más taimado, más astuto. Como todo hijo de nueva generación, cuenta con información más actualizada sobre cómo proceder con la nueva legislación. Sabe que ahora el gobierno protege al trabajador (con ciertos matices, según quién gobierne…), pero él ansía someterlo a las condiciones que le enriquezcan lo máximo posible y la coacción física ya no es viable. Así que recurre a invertir su fortuna en ciertos medios informativos que tergiversen la realidad a su favor. La mentira sustituye a los varazos.

Yo sólo os voy a pedir una reflexión en este próximo día 1. Y lo voy a hacer contando cómo estaban las cuentas de los jóvenes de hace treinta años. Como ejemplo, os pondré a mi hermana que, en su brillante trayectoria académica, terminó una carrera universitaria con veintitrés años y a los veinticuatro ya ganaba un sueldo que hoy en día superaría a la media. Y así sucedía con todos. Pero a esto se añadía otra ventaja: los precios no eran, ni de lejos, los que tenemos ahora en el mercado.

Por supuesto, trabajaba ocho horas (con sus ocho de ocio  y ocho de descanso).

Volvamos al 2023:

Un amigo que trabaja a jornada continua en una oficina ―como hacía mi hermana― me pide que le ayude a buscar algo más a base de hablar con gente para que consiga echar unas horitas aparte con las que poder llegar a fin de mes.

(Sé lo que estáis pensando. Yo tampoco entiendo por qué me lo pidió a mí; normalmente consigo que nadie me pille saliendo de la lámpara mágica, pero le he dicho que haré lo que pueda y aún estoy lanzando conjuros al aire porque es lo único que se me ocurre).

Volviendo a nuestro monstruíto, el “Neo”… Dicen que la jugada maestra del demonio es hacer creer que no existe. La del liberalismo consiste en poner los precios por las nubes para obligar a romper el trinomio obligando a cada uno a aumentarse (como pueda) las horas de jornada laboral, además de adoctrinar a la masa obrera con estereotipos irreales (esto es más democrático que lanzar a la policía ecuestre a repartir mandobles a los trabajadores que reclaman trabajar para vivir y no vivir para trabajar).

Creo que deberíamos aprovechar esta jornada para reflexionar sobre este asunto, qué clase de gobierno propicia esta situación y, de paso, por qué batimos records llenando las clínicas de Psicología de todo tipo de adultos y, desgraciadamente, también niños que naufragan arrastrados por la misma corriente.

En memoria de todos los que despertaron y murieron por lo que ahora debemos defender: Feliz día del trabajo.

Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una brujapueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web: “Las abejas de Malia”, así como en Amazon.

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