Desde mi Colmena en Alcorcón: Esas otras madres

Desde mi Colmena en Alcorcón: Esas otras madres

Nueva columna semanal sobre el Día de la Madre. Desde mi Colmena en Alcorcón: Esas otras madres

Conozco a muchas mujeres que, porque los hados más malvados la tomaron con ellas, o porque no se resignaron a alimentar su corazón precariamente con lo que la vida dejara caer a sus pies o, simplemente, porque no les dio la gana de pringarse en pañales… no gestaron, no parieron ni adoptaron.

Pero una las escucha hablar y ya reconoce en su tono y sus ojos el instinto protector de una leona madre de todas las camadas. Y es maravilloso sentirlas por aquí cerca, porque transitan entre nosotros, en esta selva de frenético ajetreo, aportándonos una sensación de seguridad absoluta. Las vemos aparecer con la sonrisa serena y el firme caminar de madraza felina y sabemos que nada puede ir mal a su lado.

Entonces sabes que vendrán a reconfortarte tras una caída, una persecución o una pérdida; que están listas para sacar las uñas y los dientes y despedazar a tus depredadores; que acuden raudas -no importa la hora- a calmar tu llanto, sacarte al perro o hacerte una compra express, cuando te has sometido a esa operación que requiere inmovilidad absoluta o la gripe te ha vencido.

No obstante, lo que las hace definitivamente madres es la sensación que te inspiran de que pueden conseguirlo todo. Esa confianza ciega que nos devuelve a la inocencia infantil.

Las madres de todos tocan con su presencia arrulladora (sí, lo he dicho bien: arrulladora, no arrolladora) tu instinto más atávico. Y tú te confías a su abrazo como un bebé. Su voz impregna tus pliegues cerebrales más tiernos con el olor y la calidez del arquetipo de hogar. Ellas regentan ese hogar.

Lamentablemente, hay hogares que, ocupados por madres biológicas que no lo fueron más allá de una simple dilatación uterina y un parto, resultan ser lugares yermos y gélidos que ni siquiera merecen ser designados como hogares.

Este último apunte nos lleva al eterno dilema sobre la maternidad:

¿En qué consiste ser madre? Ni idea.

¿Y ser una buena madre? Con esta ya te llevas el bote.

Mi madre lo hizo lo mejor que pudo, yo soy madre y lo hago lo mejor que puedo. Y cada generación siempre creerá que lo hace mejor que la anterior, a la vez que sabe -y esperemos que así sea- que la siguiente la superará.

Somos humanas, efímeras mortales formando, cada generación, un mero episodio de una lista infinita de evolución materna, debemos asumirlo. Siempre seremos mejorables. Y ojalá esto no cambie.

Por otro lado, en un segundo podemos pasar de creernos que hacemos lo mejor a sentirnos la peor madre del universo.

Lo único seguro, de momento, es que ninguna de nosotras alcanzaría la categoría de madre en el eterno mundo de las ideas de Platón, donde todo era perfecto sin ensayo y errores de los que aprender.

Y no solo somos un descalabro de desaciertos, siendo lo único eterno que poseemos un período en pruebas que nunca termina en cum laude:

Podemos llegar a ser desencajados monstruos presas de la crispación mientras, apuradas por unas prisas, un sofocón o este maldito papel de superwoman que nos impone la vida, arrastramos del brazo a un niño lloroso que jura en arameo en medio de un berrinche monumental, mientras se resiste a facilitarnos la vuelta a casa.

Eso sí: el Día de la Madre no nos faltará la tarjeta con purpurina, ojitos y lana pegada, o una carta de perfecta caligrafía con algún tachón, que nos sonará a indulgencia por nuestra mortal y monstruosa imperfección.

Pero ELLAS, volviendo a ESAS MADRES de pura raza, las madres de alma, madres de todos que rezuman maternidad por todos sus poros…, ellas no recibirán regalo de nadie. Y hoy verán pasar este día como una fiesta a la que no se sienten invitadas, como quien ve pasar desde el balcón la cabalgata de reyes recordándose que solo es para los niños.

Para ellas es este artículo: mi regalo del Día de la Madre, para esa categoría platónica de madres que no parieron ni falta que las hace.

Que no nos falten nunca.

Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Su último libro, ‘Las abejas de Malia: el maestro griego‘ se puede adquirir pulsando aquí.

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