Desde mi Colmena en Alcorcón: Adiós, Virgo

Desde mi colmena en Alcorcón: Adiós, Virgo

Nueva columna semanal sobre actualizaciones de signo, estado, ánimo, uñas. Desde mi Colmena en Alcorcón: Adiós, Virgo

No sé si soy la última en enterarme… probablemente. Y peor estaría, de no ser por mis compañeros de alcorconhoy, prácticamente mi único contacto con la realidad; el ancla que impide que infinitud de cibertempestades, divagaciones y ocupaciones cotidianas me arrastren hasta el Nunca Jamás del  despiste total.

El caso es que ya no soy Virgo. Como en un antiguo chiste que tenía gracia en una época cuyas tendencias es mejor recordar selectivamente, al oir esto mi madre me daría un guantazo, y yo respondería: “Pero me han dicho que puedo ser pastorcillo…”

No, ya no soy Virgo; soy Leo según el nuevo calendario (si esto fuera un wasap la frase terminaría con el emoji que me recuerda a El grito de Edvard Munch).

Si además de mí quedara algún que otro despistado que tampoco se hubiera enterado del salto zodiacal que nos han metido, no lo culpo; la mayoría de la población ha estado absorta en la shakilada que hemos sorbido hasta en los caldos que han dejado sin huesos las carnicerías en estos gelidísimos días.

Mira que me fastidia mencionar el tema “Shakira”. Al final también se ha colado entre mis líneas, con su supuesto ejemplo de empoderamiento. Empoderamiento fácil: con dinero, todo lo es.

Llevamos ni sé ahora mismo la cantidad de mujeres muertas a manos de sus maridos en lo que va de año, pero la noticia es la canción de una tía forrada de pasta contra su marido igualmente forrado o más (¿Qué me importa?). Y mientras el mundo se divide y se pregunta quién tiene razón yo me pregunto cuándo pagarán a Hacienda la parte que nos corresponde para Sanidad, Educación…, en fin…

Que soy Leo. Si es que… cómo se me nota. Ya lo decía yo, que estas uñas que me salen a veces no son propias de una imperturbable y reflexiva Virgo.

Dejando a un lado la impresión visceral, es lo que se deduce del nuevo calendario impuesto por la última chifladura que hierve en las redes: han descubierto dos nuevas constelaciones de nombres palabrotescos o por lo menos difíciles de pronunciar, aún más de retener en la memoria. Y eso nos ha golpeado a todos como la bola blanca del billar. Sálvese quien pueda. Mi hija tiene un disgustazo que no se aguanta: ha sido destronada como Leo (trono que ahora ocupo yo) y desplazada al colectivo Cáncer que, no se me ofendan, tiene un nombre que a una niña de once años, como comprenderán, no le gusta nada de nada, y con más motivo tras el majestuoso estatus perdido.

Mi marido, que también era Virgo, se suma a la manada leonina (no es de extrañar, con los colmillos que lucimos cuando nos tocan el... territorio), Happy sigue en Géminis (no cabe duda que es más Géminis que dálmata, pues cada día se levanta con un humor diferente. El día que se levanta con las manchas cambiadas, exige cierta delicadeza). El chico sigue Virgo (en lo zodiacal, lo otro no sé si quiero saberlo) aunque me ha suspendido las mates, asignatura reina de su signo: el más calculador y analítico del zodíaco (yo ya no poseo esas virtudes, qué barbaridad, cómo cae una en la impulsividad sobre la racionalidad así, sin esperarlo).

De repente, todos empezamos a revisar nuestras supuestas cualidades en función del nuevo signo que nos rige. Por reírnos más que nada, sí… Pero estas tonterías terminan calando:

“Claro, si es que… con este desorden que tengo siempre entre libros, cuadernos, gafas, estuches, zapatillas… ¿cómo iba a ser yo la ordenada Virgo? ¿Y eso de las ecuaciones de tropecientos grados como el supuesto aperitivo favorito de mi signo…? ¡Qué alivio!, ya tengo justificado mi cero a la izquierda en el punto fuerte de un Virgo: las mates.”

Bueno, me subestimo un poco… teníais que verme aprendiendo a hacer logaritmos (yo fui a letras) para ayudar al que sigue siendo Virgo pero suspende por los logaritmos.

(Aprovecho para dedicar un fuerte aplauso a todas las madres y padres que tragamos tutoriales para ser la academia además de otras muchas cosas (peluquería, nutricionista, psicólogos… etc, etc).

Pues fijaos que yo sí me siento más acorde con los atributos de mi nuevo signo. Sí… aunque no podría desprenderme de la imagen de lupa con patas que me caracterizaba para analizarlo todo escrupulosamente,  indagando un chorreo de cuestiones sobre el paisanaje, sin ir más lejos; por ejemplo:

¿Qué harán esas parejas que basaban su compatibilidad en los signos zodiacales? ¿Y los padres que querían un platónico niño Libra y ahora: “a saber lo que nos sale”? Este disparatado ejemplo no es baladí: cuando estuve en China ―hace algo más de dieciséis años―, allí las parejas estaban buscando bebé para que su primogénito naciera en el siguiente año: el del Cerdo, símbolo de prosperidad y riqueza.

Ese año nació el mío (al final me sugestioné yo también) y, de momento, aquí seguimos: el jefe trabaja, yo vendo libros, mi perro hace anuncios pero el chico de los eternos sobresalientes nos ha traído un 4,7 en mates (no te lo perdono, mi legendario Einstein académico, Antethokoumpo rey de la canasta alcorconera, me da igual que de treinta solo aprobaran dos. Seguiré machacándote hasta mi último aliento y ojalá pudiera añadirle a este texto el restallar de un trueno que espeluznara al mismo Bram Stoker, jo, jo, jo…).

Ahora que lo pienso: los chinos que allí conocí no eran muy diferentes de cierta generación de macarras paisanos que decían: “vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”. Jolín, qué cuajo.

“A ver si este niño nos saca de pobres”, que se oye decir aún cuando el pimpollo aporrea magistralmente las teclas de un piano o acumula el máximo de puntos en un partido de fútbol. ¿De qué signo tendría que ser cada niño? Porque cada cual tiene su virtud, única y escrita solo por él.

Mejor será que estemos atentos a su talento natural en vías de su felicidad futura y no nos fiemos del horóscopo… que un día eres Virgo y luego… pastorcillo. 

Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una brujapueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web: “Las abejas de Malia”, así como en Amazon.

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