Desde mi Colmena en Alcorcón: ¿Adaptación o Anulación?

Desde mi Colmena en Alcorcón: ¿Adaptación o Anulación?

Nueva columna semanal sobre la juventud actual. Desde mi Colmena en Alcorcón: ¿Adaptación o Anulación?

Triste y sola, sola se queda Fonseca, triste y llorosa queda la Universidad…, cantábamos todos, balanceándonos torpemente enlazados en círculo, brazos sobre hombros. Así terminábamos cada curso, que por estas fechas finalizaba para los que aún estábamos en el instituto.

Yo miraba a mis amigas más próximas que, algo confusas como yo, cantaban mecánicamente y sin convencimiento aquella canción. Sentíamos que no nos pegaba ni con cola, tal vez porque no tenía sentido en un curso de B.U.P. (actuales Secundaria y Bachillerato), aún tan lejano de la universidad. ¿Qué hacemos cantando esto? ―pensábamos― No somos universitarias, ni siquiera sabemos si acabaremos en la Universidad. Pero seguíamos balando con el resto del rebaño, como mandaba la tradición, aunque no tuviera sentido.

De adolescente, yo era esa amiga que miraba a los demás como un marciano infiltrado y afanado en adaptarse a los hábitos terrícolas. Si todo el mundo bailaba Paquito chocolatero, ahí estaba Patri dándolo todo, venga adelante, venga atrás, sin lograr disipar de su cabeza la sensación de estar luchando por adoptar un ritual que, en el fondo, me parecía ridículo. No es que dicho baile lo fuera en sí mismo. Lo único ridículo, si pudiera decirse así, era sentir que estabas en el lugar equivocado y empeñarte en  cumplir con lo que te imponía una moda, cuya presa predilecta, piedra angular de la dieta que alimenta al monstruo creador de todas las modas es, precisamente, la incauta y desprevenida juventud.

Sí, es lo que tenía ser joven: lo dabas todo por integrarte en la cultura yacente ahí donde tu meteorito se hubiera estrellado.

Desde que nacemos ―¡Ay!, donde nos toque hacerlo…―, se nos sumerge en un patrón de conducta. No nos lo imponen explícitamente; sus pautas se introducen imperceptiblemente en nuestros hábitosdeslizándose sigilosamente hasta esos lugares del cerebro que rigen nuestro comportamiento, actitud, moral, gustos… Si naces en un país islámico, te aseguro que te ofenderá visceralmente ver por la calle a una mujer con el pelo descubierto. Si has nacido aquí… que venga uno a criticarte un pantalón demasiado corto, y te lo tendrán que sacar de entre los dientes (eso espero).

Vayamos ahora más allá de las inofensivas canciones machaconas y las premisas culturales. Los medios: Televisión en todos sus espacios, cine, revistas (en mi generación), canales de youtube y similares (en la actualidad)… manejan magistralmente las mentes, dentro de unos maquiavélicos parámetros marketinianos: ensalzan cualidades personales y sociales que consideran de provecho para sus estrategias económicas, y censuran otras que no solo no propiciarán un beneficio tal, sino que las consideran peligrosas para mantener nuestras tendencias en la línea que marcan.

Lamentablemente, las más éticas y honorables son las más inhibidas porque no entran en sus planes. ¿Habéis visto Matrix? Para mí es un peliculón. Un profesor maravilloso que tuve en la universidad nos dijo: Mantened una actitud crítica, siempre, examinad la intención con que se os invita a esto, se os censura lo otro, se os anima o se os desalienta… Dudad de todo, incluso de mí. Bueno, os lo he contado con mis palabras, pero en esencia el mensaje fue ése. Tomad nota… (ea,ya tenéis deberes estivales…).

Se trata de plantearse una serie de preguntas de este tipo, y todas las que se os ocurran, bajo una óptica suspicaz: ¿Qué resulta más beneficioso para vuestra salud física y mental? ¿Qué ayuda a desarrollar el pensamiento y para qué os conviene no dejar que os lo duerman? ¿Qué es lo que le propicia esa somnolencia que lo hace manejable para otros? ¿Quién quiere haceros dormir y para qué?

¿Qué haríais vosotros si desearais mantener la voluntad y la capacidad intelectual de una población dormida?:

  1. A) Eliminar la Filosofía del Plan de Estudios.
  2. B) Facilitar el acceso aesa diversión fácil e instantáneaque no requiere ningún esfuerzo por parte de vuestro cerebro (todo vía pantalla).
  3. C) No estimular la lectura.
  4. D) Todas son ciertas.

Enhorabuena: la opción correcta es la D. Corred a las bibliotecas, ahora que no os apremian exámenes y trabajos escolares.

Por supuesto, hay un factor que dificulta el desarrollo y mantenimiento de un pensamiento libre: la presión social. Yo también lo he vivido:

Hombre, por dios cómo va a ser mi niño el único sin móvil o sin poder jugar con sus amigos a la Play… Le compramos al niño su pertinente pasaje a la merma intelectual y así ya es normal). No sé cómo ha sido vuestra experiencia; en mi casa, el confinamiento por el COVID nos coló este caballo de Troya como único medio para que mis hijos mantuvieran contacto con sus amigos, y ya no disfrutan con la lectura como lo hacían antes.

Es muy triste ver cómo dejaste entrar un bichito inofensivo que mantendrías controlado, y ya no hay quien expulse al dragón que ha quemado los libros de la lista de los mayores goces de tus hijos (imaginaos, para una escritora, el mazazo añadido).

El miedo a la exclusión, por supuesto, puso las ruedas a dicho caballo.

Me horroriza el poder que posee ese afán de aceptación social por encima de toda lógica e incluso la ética. Imagino a mis hijos en un futuro, en un trabajo: el personal le ríe la gracia al jefe, a nadie se la hace en realidad, y él lo sabe; un teatro del absurdo que yo he presenciado en más de una situación vomitiva. Pasen y vean: cuando aprendí a fingir que me creía las mentiras y quien me mentía sabía que no me las estaba creyendo. Todo el mundo reía con carcajadas de hiena, y el éxito era para el mejor actor o actriz. Adaptarse es bueno, pero cuidado con rozar la línea de la anulación…  Que paséis unas felices vacaciones (y que bailéis mucho…, ¡pero solo si os apetece!).

Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Su último libro, ‘Las abejas de Malia: el maestro griego‘ se puede adquirir pulsando aquí. Además, también se puede encontrar en tiendas como la Carlin de la calle Timanfaya, 40, que tiene un grandísimo servicio y amable, como el resto del municipio.

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