Nueva columna semanal sobre el arte de la respuesta inmediata. Apuntes desde Alcorcón: Respuestas ingeniosas
Paso por delante de un bar de los de toda la vida durante el descanso del trabajo. Apenas me da tiempo a oír cinco segundos de lo que se dice dentro, pero suelen regalarme frases para la historia. “Se me han escapado cincuenta euros”, dijo alguien esta semana. “Yo los acojo sin problema”, respondió otro.
Siempre he pensado que un signo de haberse pasado la vida es tener la capacidad de salir con ocurrencias rápidas e ingeniosas. Creo que quienes dominan el arte de la respuesta inmediata y vacilante están en un nivel superior al resto. En otra dimensión. Para esta gente los semáforos siempre están en verde, la tostada cae boca arriba y saben tanto perdonar como olvidar. Ya lo han visto todo. Mejor aún: han visto suficiente. Tienen todas las soluciones del mundo para todos los problemas del universo. Pienso, incluso, que su espectro de colores es más amplio que el nuestro. Os diría nuevas tonalidades y sus nombres, pero a mí los semáforos siempre se me ponen en rojo.
Creo también que las respuestas ingeniosas son delatoras de una inteligencia superior. Los rápidos de mente son al mundo lo que el refranero español a la lengua castellana. Una joya de incalculable valor y que debemos proteger. Un don de la naturaleza. El fondo del mar: sabemos cosas de él, pero nos falta tantísimo por descubrir que da incluso angustia saber que puede que nos hayamos ido sin haberlo descubierto. No sabéis lo muchísimo que me encantaría saberme el refranero español al completo. Pero no puedo. Nunca podré. Mis tostadas siempre caen boca abajo.
Estas personas no perdieron la humildad durante el proceso de aprendizaje del noble arte de la ocurrencia. Aun conociendo la ventaja evolutiva que poseen, saben reírse de ellos mismos. No son orgullosos ni rencorosos. Mi ejemplo favorito es el portero de un bloque de pisos cercano a mi oficina que respondió al canto mañanero de una vecina “caracol, col, col. Saca los cuernos al sol” con un impepinable “eso soy yo, un caracol: un cornudo y un arrastrado”. Juro por mi nómina que no es broma. Querría ser, en cierto modo, así, pero, aunque casi siempre comprenda y habitualmente perdone, mi orgullo no me permite olvidar jamás.
Quizá el homólogo de la respuesta ingeniosa en el columnismo sea un párrafo final brillante. A lo mejor alguna vez he escrito uno bueno, como supongo que alguna respuesta ingeniosa habré tenido en mi vida. No puedo juzgarlo yo. Tendré que hacer que los del bar de al lado de mi trabajo me lean.
AV
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro «Relatos de taller», está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
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