Nueva columna semanal sobre la peluquería y la cotidianidad. Apuntes desde Alcorcón: La peluquería sigue abierta
La curiosidad mató al gato, pero el ser humano sigue vivo porque es de acomodarse fácil. Una sola vida nos da para descubrir lo que merece la pena. Hay quienes se conforman con una panorámica de la Plaza Mayor en lugar de adentrarse en ella y confirmar o desmentir sus intuiciones.
Llevo tres meses ya en el piso nuevo y, salvo contadas ocasiones, no me he parado a descubrir qué tiendecitas y puestecitos conforman la red de comercio local de mi barrio. Sé lo suficiente para sobrevivir: hay un Día a un minuto, un Mercadona a cinco, un LIDL a siete y un kebab que puedo ver desde la terraza. Pero no sé nada para vivir: desconozco el precio de los dulces de la pastelería, de las plantas en la floristería y los nombres de los camareros del bar más cercano. La única certeza que tengo acerca del pequeño negocio de mi barrio es que no importa el día ni la hora: la peluquería de abajo siempre estará abierta.
Es una peluquería tradicional, clásica. Chic, incluso. Unos focos muy blancos alumbran muy fuerte una pared muy blanca para inmortalizar peinados muy perfectos que se publicarán en Instagram, imagino. Por lo demás, precios dentro de la media, local de dimensiones estándar y blusa negra como uniforme de las peluqueras. Lo único llamativo es su horario: “Abierto todos los días menos domingo (salvo cita previa)”. Es decir, que abre todos los días. No incluyen información del horario porque deben abrir a la luz del alba y cerrar cuando ya ni los gatos callejeros se dignan en pasear por las calles.
Es absolutamente fascinante. En un mundo donde todo se desintegra, nada permanece, el invierno cada vez dura menos y el pelo crece a velocidades vertiginosas y te arruina el peinado, cómo no asombrarse ante una peluquería abierta casi de manera ininterrumpida. No tenemos por qué extraer ninguna lección de este fenómeno. No todo será un punto de inflexión en nuestra vida. Pero, a pesar de ello, sí que merece la pena detenerse con la bolsa de la compra o la mochila del trabajo a observar estos sucesos.
Consuela y tranquiliza saber que no somos el ombligo del mundo. Que el universo no se atasca por tu culpa. Que aunque no pases por delante, la peluquería sigue abierta, y que podrás cambiarte de peinado siempre que quieras.
AV
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro «Relatos de taller», está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
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