Alberto Viña nos trae una nueva columna semanal sobre el festival de música que determinó la canción que irá a Eurovisión. Apuntes desde Alcorcón: Benidorm nunca más
Tan mágico y especial fue el Benidorm Fest que incluso a mí me atrapó. La ayuda de dos buenas amigas hizo el proceso más sencillo. Yo, que siempre había visto Eurovisión como un meme anual, me dejé llevar y me indigné con el resultado final.
Y por motivos como ese es que Eurovisión no termina de despojarse nunca del traje de meme en España. Mientras en otros países se lo toman en serio y tratan de hacer un buen papel, nosotros dejamos escapar una oportunidad fabulosa de demostrar el potencial artístico que tenemos. Antes, que fuera una broma tampoco me parecía algo malo del todo. Me decía mi padre el otro día que echarle humor a la vida era esencial. Pero le doy la vuelta al tema y ahora veo lo injusto que es para el panorama musical español, especialmente el más underground e indie, que sus propuestas nunca sean tomadas en serio. Se les permite entrar pero no pasar más allá de la tercera fila, donde los carteles de “reservado” matan cientos de ilusiones.
Fueras con las Tanxugueiras, con Rigoberta, con Varry Brava, con Rayden o con quien sea, pienso que todos éramos conscientes de lo especial que estaba siendo todo. Hacía mucho que no nos sentíamos partícipes y pieza fundamental de algo. Acostumbrados a verlo todo desde la barrera y casi teniendo que dar las gracias, se nos presentaba la ocasión de tomar una decisión. Había ilusión por algo desde hacía varios años. La gente se volcó. Al final todos sabemos lo que terminó ocurriendo. De una artesana y manufacturada canción con mensaje y estilo innovadores pasamos a un reggaeton prêt-à-porter del montón. Conste que no estoy criticando al reggaeton, por cierto. Que Dios lo bendiga, como dice J Balvin. Pero en esta ocasión, Nuestro Señor podría haber hecho la vista gorda.
La decepción se hizo aún más grande cuando TVE anunció que menos del 4% del voto popular fue para la canción ganadora. Un jurado profesional se encargó de desequilibrar hacia el otro lado de la balanza el resultado final. Es una lástima que todo parezca tan arreglado y acordado. Que lo sea no me sorprende. Creo que en el fondo todos sabemos que los caminos que recorremos fueron diseñados hace mucho tiempo. Pero que tenga una apariencia tan descaradamente pactada sí me mosquea de verdad. Eso de jugar con las ilusiones de la gente no está nada bien. Me enfada y me entristece que sea así prácticamente en todos los ámbitos.
Además, con Eurovisión siempre creo que se equivocan. Nos equivocamos. Enviamos canciones en español cuando parece que van a triunfar las cantadas en inglés. Mandamos canciones en inglés precisamente el año que se reivindican las culturas propias. Optamos por una balada cuando gana un grupo de rock italiano, y nos sentimos favoritos con una canción pegadiza cuando el éxito se lo adjudica una cruda historia personal ucraniana. Estoy convencido de que con tan solo un par de años de propuestas refrescantes y procesos de selección alejados de jurados comprados devolviendo favores Eurovisión se ganaría un hueco especial en nuestras cabezas.
Se hace música muy buena y muy diferente en este país. Hay acordes más allá de los Orozco, Pablo López o Malú. Preguntad a los jóvenes. Echadle un vistazo a las listas de éxitos de Spotify. La música nunca muerde si vas con la mente abierta. Y sobre todo, no jueguen con las ilusiones de la gente. Temo el día en el que ya no podamos decir que solo nos queda la ilusión.
AV