Nueva columna semanal sobre la capacidad de esperar y la creación de sociedades. Apuntes desde Alcorcón: Algo sucederá
El ser humano dejó de ser un animal en el momento mismo en el que aprendió a controlar sus impulsos. Y las sociedades nacieron cuando los seres humanos le pusieron nombre a la nueva virtud adquirida: la capacidad de esperar.
Poder esperar es lo que nos diferencia de las bestias. Todo se rige por la espera. Para todo hace falta un tiempo de espera. Alguien tuvo a bien detenerse a explicar y acotar qué significa. Esperar esconde en su etimología un abrazo al corazón que me reconcilia con el universo y con la vida que nos ofrece. Procede de sperare, que significa «tener esperanza» en latín. Y es un cliché, pero los clichés se convierten en clichés porque siempre son ciertos: la esperanza es lo último que se pierde. La esperanza es lo que cavó un abismo entre las bestias y nosotros.
Todas las personas sabemos esperar, pero hay quienes esperan más y mejor y quienes esperan menos y peor. Hablaba antes del origen de la palabra, que era tener esperanza. La segunda definición que me ha aparecido (y que he seleccionado porque se ancla perfecto en lo que quiero expresar, seamos justos) hace una doble distinción que bifurca la espera en dos caminos completamente contrapuestos. Esperar es «creer o saber que algo sucederá». He aquí la verdadera diferencia. Quien sabe que pasará algo espera poco y mal porque sabe de antemano el resultado. El verdadero mérito lo tiene quien cree que las cosas saldrán. Los que esperan mucho y bien. Para quienes está reservada la verdadera recompensa.
La espera sin fe ciega no es espera ni es nada. La espera son suspiros. Miradas perdidas. Cocinar para dos aún sabiendo que nadie vendrá antes siquiera de preguntarlo. La espera nos define y nos advierte de que nuestro traje es invisible. Condiciona nuestras respuestas y formula nuestras preguntas. Todos esperamos por algo o por alguien. Los que esperamos nos sabemos encontrar entre la multitud. Nos transforma el aura y se convierte en nuestro estado de ánimo. Lo llevamos escrito en la frente. Sucederá algo. Tarde o temprano la espera terminará y tendremos un resultado que deberemos gestionar. Y vuelta a empezar. Qué otra acción más relacionada con las gestiones que la de esperar.
Aprendimos a controlar los impulsos y dejamos de ser bestias, pero a cambio obtuvimos una deuda eterna con la felicidad. Esperar nos acerca a la paz, aunque veamos el horizonte lejos y la línea sea imperceptible en ocasiones.
AV
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro «Relatos de taller», está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
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