Estuvo una semana buscando supervivientes en Elbistan. Sergio de Diego, el bombero de Alcorcón que ha ido a Turquía a ayudar tras el terremoto
A Sergio de Diego Haro le sonó el teléfono el pasado lunes 6 de febrero cuando el día apenas amanecía. El mundo entero se despertaba en jaque, pues dos terremotos de 7,8 y 7,5 de magnitud en la escala de Richter acababan de desatar el horror en Turquía y Siria. Fue por ello por lo que, a las ocho de la mañana hora española, Sergio, que trabaja como bombero en Alcorcón desde hace quince años, recibió una importante misión: irse para allá, para intentar ayudar a las decenas de miles de víctimas de los terribles seísmos.
No se lo pensó ni un segundo. Diez horas después, estaba a bordo de un avión rumbo a Estambul, junto a otros doce compañeros de la ONG Bomberos Unidos Sin Fronteras, de la que Sergio forma parte. Entre ellos, varios bomberos más, un médico, un enfermero y una enfermera, además de cuatro perros expresamente entrenados para encontrar supervivientes. «El principal punto de actuación de la asociación es el de intervenir en catástrofes. Por ello, lo tenemos todo preparado por si sucede algo de esto, porque tenemos que actuar muy rápido. El tiempo es oro. Sobre todo, porque estamos hablando de personas que están atrapadas bajo los escombros«, cuenta el bombero a alcorconhoy.com, con la voz todavía quebrada.
Trabajo durísimo
Una semana estuvo Sergio dejándoselo todo para intentar encontrar supervivientes de los seísmos. De Estambul les mandaron a Adana, y de ahí, en un microbús a Elbistan, municipio que quedó tremendamente afectado por los terremotos y que pertenece a Kahramanmaraş, la ciudad epicentro del de 7,5 grados. En total, Kahramanmaraş ha sido una de las provincias más afectadas por los seísmos. Hasta el momento, allí se han encontrado sin vida a cerca de 5.500 personas, mientras que hay cerca de 10.000 heridos y, todavía hoy, miles de desaparecidos. A fecha de hoy, las cifras oficiales de fallecidos por los seísmos es de 43.500 personas, entre Turquía y Siria.
«De Adana a Elbistan, por carretera, hay como cuatro horas. Nosotros tardamos doce. Todo era un caos. Las carreteras estaban fatal, había mucha gente que quería salir de las ciudades, muchísimos camiones que llegaban con ayuda… llegar fue muy difícil», explica Sergio. De camino, además, les sobrevino otro problema. «Pasábamos por otras ciudades, y la gente nos paraba para suplicarnos que no siguiéramos con nuestro viaje y que les ayudásemos a ellos”, recuerda, con mucha tristeza.
«Pasábamos por otras ciudades y la gente nos suplicaba que no siguiéramos con el viaje y que les ayudásemos a ellos»
Y, tras la larga travesía, Sergio y su equipo llegaron finalmente a Elbistan. Allí, el horror se hizo tangente ante ellos. «Lo que vivimos es indescriptible. Imagínate, una ciudad similar a Alcorcón, de 140.000 habitantes, con bloques de entre ocho y diez plantas, con centros comerciales… pero era un horror. La tercera parte de edificios estaban destruidos. Otros, con grietas. Y allí vivía gente normal, a la que la vida le ha cambiado por completo de un momento a otro«, rememora. Pero no había tiempo para la reflexión. «Al final, sabes a lo que vas y lo que te vas a encontrar. Apenas dormimos, porque el tiempo es vital y una hora puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte», recalca.
Buscando supervivientes
La situación, por tanto, era límite. «Las autoridades nos iban llevando de un sitio a otro, para buscar supervivientes entre edificios derruidos. Y veías a las familias de los afectados, esperando, rezando a pie de escombro», desliza Sergio. Y todo ello, con un frío extremo y que llegó «a los menos 20 grados». Pero su labor no podía frenarse. «No hay tregua. Tienes que ir descartando dónde puede haber personas vivas y dónde no”. Algo para lo que contaban con los mejores aliados: los perros. «Su trabajo es alucinante. Son nuestros guías, la mejor herramienta que tenemos. Tenemos geófonos y otros aparatos, pero sin los perros no podemos hacer nada. Son capaces de encontrar personas a muchísimos metros de distancia, y de señalarnos por dónde tenemos que entrar en los escombros para poder sacarlas. Son increíbles«, manifiesta el bombero.
Eso sí, las labores de rescate llegan a ser casi inhumanas. «Había veces que la gente nos decía que escuchaban a personas debajo de los escombros. Pero hacías el ‘llamada y escucha’ (proceso que consiste en gritar hacia los escombros para ver si hay respuesta desde allí) y no escuchábamos nada. Y tampoco los perros encontraban nada. Al final, los propios familiares están desesperados y te dicen que han oído cosas para que les ayudes a buscar a los suyos, vivos o muertos. Pero no podíamos pararnos a buscar a personas fallecidas, porque el reloj va en contra de las que sí que seguían vivas».
«No podíamos pararnos a buscar a personas fallecidas, porque el reloj va en contra de las que seguían vivas»
Personas, por ejemplo, como una joven de 24 años, a la que consiguieron sacar de entre los escombros. «Llegamos a un punto y vimos a un grupo de personas, desesperadas, quitando escombros, con las manos peladas. Nos dijeron que dentro estaba una chica, que era la hija de uno de los hombres que estaba ahí intentando excavar como podía. Hicimos el ‘llamada y escucha’ y confirmamos que seguía con vida. Teníamos que sacarla», alude Sergio al respecto de ese instante, el «más impactante» que vivió en su semana en Turquía.
Salvando vidas
«Hicimos el rescate nosotros solos, de principio a fin. Nos costó catorce horas, pero pudimos sacar a la chica. Cuando te metes en el agujero… sientes todo tipo de cosas. Ves que la joven está con vida. Llegas a ella. Lo ves complicado. Intentas sacarla con un sitio. Ves que no se puede. Descubres que tiene un brazo atrapado. Lo liberas. Y luego ves que también tiene el pie enganchado. Dejó incluso de respirar durante unos instantes y tuvieron que entrar los sanitarios. Pero, al final, la sacamos. Y terminamos llorando de alegría», recuerda Sergio. La joven vivía junto a su familia en el bajo de un edificio de seis plantas, que se derrumbó a plomo. «Además de la muchacha, también estaban en la casa su madre y a su hermana. A las dos las sacamos sin vida. Lo de la hermana fue muy triste, porque estaba abrazada a la chica que sacamos. Y cuando ella la vio allí, muerta… fue muy duro», rememora Sergio.
Después de una semana luchando contra todo en Turquía, el bombero ha vuelto a su domicilio valorando todavía más lo que tiene. «Aterricé a las 12:00 de la mañana, y a las 14:00 estaba recogiendo a mi hijo en el colegio. Y todo el mundo estaba feliz, claro. Impresiona, porque ves el contraste que hay. Solo unas pocas horas antes, estaba viviendo en primera persona un drama total. Es como viajar de un universo a otro», explica Sergio, que reside en Moraleja de Enmedio y que ya acudió con Bomberos Unidos Sin Fronteras para ayudar en los terremotos de Indonesia y Ecuador. «En la asociación, llevamos 25 años trabajando para ayudar siempre que se nos necesita», enfatiza. Todo aquel que quiera colaborar con la ONG, por cierto, puede hacerlo pulsando sobre este enlace. Y bien merece la pena hacerlo, porque por personas como Sergio y sus compañeros la vida tiene un sentido mucho mejor.
Fotografías: alcorconhoy.com (Cedidas por Sergio de Diego)
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