El establecimiento se vuelca con el conflicto. La maravillosa iniciativa del Restaurante Kasiba de Alcorcón para ayudar en la guerra de Ucrania
El 24 de febrero de 2022, hace ya poco más de un año, Rusia iniciaba un episodio terrorífico que todavía persiste a día de hoy. Las tropas del país comandado por Vladimir Putin invadían Ucrania, su nación vecina, en un conflicto que cambió por completo el panorama geopolítico internacional y que llevó a la mayoría de la comunidad internacional a posicionarse en favor de Ucrania.
Y la ciudad de Alcorcón, como siempre que acontecen situaciones límites, arrimó el hombro para ayudar al pueblo ucraniano. Nada más estallar el conflicto, varias entidades y colectivos de la ciudad, con el Ayuntamiento al frente, organizaron varias acciones de recogida de fondos, materiales y alimentos para enviar al país ucraniano. Y uno de los comercios que más se volcó en ese sentido fue Kasiba, restaurante ubicado en la Calle Islas Cíes, 7, muy cerca de la estación de Metro de Puerta del Sur.
Una de las socias fundadoras del local, especializado en cocina de fusión japo-filipina, es Kristina Zapizotska, ciudadana ucraniana y que vino a vivir a España desde la ciudad de Lviv en 2009, con 25 años. Por ello, sentía que tenía que hacer algo para ayudar a su país. «Tengo a casi toda mi familia allí. No podía quedarme parada mientras nos estaban masacrando», cuenta ahora a alcorconhoy.com. Junto a ella, la otra gran pata de Kasiba es Pedro Jiménez, que ha sido un grandísimo apoyo para Kristina en este último año. «El vivir tan de cerca el conflicto por Kristina y su familia hace que uno todavía se conciencie más. Tenemos que hacer todos lo que podamos», añade este segundo.
Acogiendo a personas refugiadas
Por ello, y además de enviar varios lotes de comida y de otros productos a Ucrania desde que se inició la guerra, al equipo de Kasiba se le ocurrió otra iniciativa genial: dar trabajo a las personas refugiadas que llegaban a España escapando del terror. «Era nuestra manera de poder ayudar. Nada más empezar la guerra, me llamó una conocida y me dijo que había acogido a dos chicas. Entonces, decidimos cogerlas aquí, para que aprendieran el oficio y, después, pudieran encontrar trabajo como camareras en otros sitios», cuenta Kristina. Así fue como empezó todo. Aunque los inicios, como siempre, no fueron sencillos. «El idioma era una gran barrera, porque no sabían nada de español. Tuvimos que enseñarlas a hablar, al tiempo que aprendían a ejercer el trabajo de camareras«, añade. «Apuntaban cada palabra en una libreta, como en el colegio», recuerda su socio.
Los clientes, además, fueron muy comprensivos. «Las chicas trabajaban con un cartelito a la altura del corazón, en la que ponía que eran refugiadas, para que la gente que venía supieran de su situación», afirma Kristina. Y, una vez que las trabajadoras empezaban a conocer las cosas básicas del trabajo, desde Kasiba las ayudaban a «volar» hacia otro lado. «Nosotros no podíamos tenerlas aquí con contratos de cuarenta horas, por ejemplo, porque al final económicamente tampoco nos podíamos permitir contratar a más gente de la que necesitábamos. Pero sí que, al menos, queríamos echarles una mano en todo lo que pudiéramos», agrega Pedro.
Ahora, esa vocación de Kasiba se observa en Katerina, una joven ucraniana de ojos relucientes, que llegó a España al principio de la guerra desde la ciudad de Dnipro, y que acaba de entrar a trabajar en Kasiba. «Lleva un año en España y la hemos contratado ahora«, cuenta Kristina. «En nuestro restaurante, la gente que viene de allí se siente como en casa. Estoy yo, están mis hijos, tenemos más personal de Ucrania trabajando en cocina… al final, es mucho más sencillo para ellos tras lo que han tenido que vivir«, refiere Kristina.
Grandes gestos
Actualmente, además, desde Kasiba siguen enviando lotes de alimentos y materiales de primera necesidad a Ucrania. También, ‘obligados’ por una causa de fuerza mayor. «Hace dos semanas, se llevaron a mi hermano a combatir al frente», cuenta Kristina, con gestos de dolor y resignación en su rostro. «Muchos amigos míos de allí han muerto. Y ucranianos que vivían en España y a los que yo conocía, que fueron para allá a ayudar, también han fallecido», añade. Hay que recordar, en ese sentido, que se estima que unas 43.000 personas han perecido desde que empezó la guerra de Ucrania, a las que habría que añadir los cerca de 60.000 heridos, 15.000 desaparecidos, los más de 14 millones de personas desplazadas y los 140.000 edificios destruidos. Hasta el momento, los daños materiales ocasionados por la guerra ascienden a 350 mil millones de dólares.
El conflicto, sin embargo, parece todavía lejos de finalizar. «Se tiene que seguir hablando de lo que está pasando allí, que es muy grave. Es inhumano. Los soldados tienen que ponerse ropa de otros que han fallecido para seguir combatiendo. No nos podemos olvidar de cómo lo están pasando«, señala Pedro. Entretanto, él y Kristina siguen haciendo todo lo que pueden. «Yo me he metido también a Cruz Roja, y muchas veces me llaman para que les eche una mano para traducir. Al final, cualquier cosa que podamos hacer, es mucho», manifiesta Kristina. Y es que los pequeños gestos, ya se sabe, son los que marcan la diferencia. En especial, en situaciones tan trágicas como la que se vive en Ucrania.
Fotografía principal: Álex Jiménez
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