Escrito por Lucía Mbomío en homenaje al concejal honorario del municipio. «Lo horrible y lo bello», Alcorcón llora el adiós de Jesús Santos
* Texto adaptado del vigesimosexto número del periódico impreso de alcorconhoy.com, correspondiente a abril de 2025. Para leer el periódico completo, puedes hacerlo haciendo clic aquí.
Ha muerto Jesús Santos, el teniente alcalde de Alcorcón, el vecino de Alcorcón, el tipo que no mentía cuando decía que Alcorcón le corría por las venas. El que le daba su teléfono a cualquiera por si podía atender o arreglar sus problemas. O intentarlo, al menos. El que se emocionaba paseando por la calle Mayor, recordando sus excursiones de infancia a los castillos de Valderas, viendo jugar al equipo local o en alguna inauguración oficial. El que congregaba en un mismo lugar a jóvenes y a ancianos. El mismo que en sus mítines, emocionado por ser profeta en su tierra y sentirse arropado en su barrio, se trababa al tratar de trasladar a su público la ingente cantidad de planes y sueños que había urdido su cerebro rojiverde. O quizá los paría su corazón amarillo y azul. Da igual, estoy segura de que tanto en un órgano como en el otro ondeaban las dos banderas y de que ninguno de esos sueños le parecía grande o imposible para su municipio porque su centro de pensamiento y acción siempre fue la periferia. Y en las periferias, hasta en los momentos más duros, suceden cosas hermosas. Como la localidad tiene todavía mucho del pueblo que fue, un montón de gente le conocía personalmente, algunos, incluso, desde que era pequeño. Así que en mitad de lo horrible, se abrió paso lo bello, el homenaje, el recuerdo. El tanatorio se llenó y, durante horas y horas, ahí no cupo ni un alma. Había gente con traje, con cresta, con canas, con lágrimas y con una pila de anécdotas de las que sacan sonrisas y levantan el ánimo pese a que este estuviera tan bajo que, en lugar de caminar, reptaba. Se juntaron personas de todas las edades y de distintas ideologías y, por supuesto, también la plantilla del servicio de limpieza al que él perteneció. Acudieron con su uniforme y sus camiones para decirle adiós y agradecerle su apuesta por lo público, el reciclaje, la naturaleza y la innovación.
Me leo y me releo y aún no me creo que haya muerto. Qué rabia, qué pena y qué gran pérdida. Ojalá le pongan una calle, o una plaza, o una estación, aunque en nuestras cabezas él ya tenga una parada con su nombre. Poco importa que las historias de extrarradio rara vez salgan en las portadas de los medios masivos, aquí hay vidas y personas grandes. Y él, sin duda, lo fue.
Mis condolencias para su familia al completo: la de sangre, la de militancia y la que hizo en el camino. Mis condolencias a todo Alcorcón.

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