La Residencia Edén de Alcorcón. Capítulo 9: La búsqueda del tesoro

La Residencia Edén de Alcorcón. Capítulo 9: La búsqueda del tesoro

Nuevo capitulo sobre la residencia más popular del municipio. La Residencia Edén de Alcorcón. Capítulo 9: La búsqueda del tesoro

La idea surgió una mañana nublada en la que el aburrimiento amenazaba con instalarse en Edén. Los residentes estaban reunidos en la sala común, charlando sin mucho entusiasmo mientras la televisión sonaba de fondo. Doña Margarita, siempre atenta a las necesidades de los residentes, notó que la energía habitual del grupo estaba en mínimos. Fue entonces cuando le vino la inspiración:

—¿Qué les parece si organizamos una búsqueda del tesoro? —propuso con entusiasmo, sabiendo que era el tipo de actividad que podía despertar la curiosidad y el espíritu competitivo de los residentes.

—¿Una búsqueda del tesoro? —repitió Don Ernesto, levantando la vista del periódico—. Hace años que no hago algo así, a decir verdad, desde niño; pero suena divertido.

—¡Sí, podríamos buscar algo escondido por toda la residencia! —añadió Doña Carmen, entusiasmada con la idea.

Doña Margarita sonrió.

—Perfecto, entonces así lo haremos. Prepararé unas pistas que les llevarán por diferentes partes de la residencia. Haremos equipos, y el primero en encontrar el tesoro, ganará un premio especial.

Los residentes comenzaron a murmurar con interés, algunos con miradas competitivas y otros planeando estrategias. No pasó mucho tiempo hasta haberse organizado: Doña Carmen, Don Ernesto, Don Pepe y Doña Luisa formaron un equipo, mientras que Don Ramón, Doña Mercedes, Don Anselmo y Don Paco decidieron aliarse en otro.

A la mañana siguiente, cuando todos estaban listos para la búsqueda, Doña Margarita reunió a los equipos en el vestíbulo y les entregó a cada uno la primera pista en un sobre cerrado.

—Recuerden —dijo con una sonrisa misteriosa—, las pistas les llevarán a lugares inesperados, y puede que necesiten pensar fuera de lo común para encontrar el tesoro. ¡Buena suerte a todos!

Los equipos se lanzaron a la búsqueda con una mezcla de entusiasmo y determinación. La primera pista del equipo de Doña Carmen decía: «donde se encuentran las historias del pasado, allí deberás buscar el siguiente paso».

—Eso suena a la biblioteca —dijo Doña Luisa muy segura. Los tres se dirigieron rápidamente hacia allí, esperando encontrar la siguiente pista entre las estanterías repletas de libros.

Mientras tanto, el equipo de Don Ramón descifró su primera pista, que les indicaba que debían ir «donde la luz ilumina las risas y los momentos compartidos». Después de una breve discusión, decidieron que la pista se refería al gran salón común, donde tantas veces se habían reunido para compartir actividades, anécdotas y chistes.

Al llegar a la biblioteca, Doña Carmen y su equipo comenzaron a buscar entre los libros. Después de unos minutos de revisar las estanterías, Don Ernesto encontró un pequeño sobre escondido detrás de una enciclopedia polvorienta.

—¡Aquí está! —exclamó, extrayendo la pista de entre sus páginas. La abrió rápidamente y leyó en voz alta—: «en el lugar donde se mezclan sabores y olores, hallarás el siguiente indicio».

—Eso tiene que ser la cocina —intervino Doña Luisa; y el equipo se puso en marcha, sintiéndose cada vez más confiado y emocionado.

Sin embargo, cuando llegaron a la cocina, no encontraron ninguna pista a simple vista. Comenzaron a revisar los armarios, detrás de las ollas y entre los estantes llenos de especias. Después de varios minutos de búsqueda infructuosa, Doña Carmen notó algo extraño en la nevera: un tarro de mermelada mal cerrado con una nota pegada.

—¿Quién dejó esto aquí? —preguntó, abriendo el tarro. Dentro, bien envuelto en plástico, un pequeño papel enrollado con la siguiente pista.

—¡Qué ingenioso! —dijo Don Ernesto, riendo mientras desenrollaba la pista—. Vamos a ver: «Donde los sueños descansan y las almohadas esperan, el tesoro te aguarda».

—Podrían ser los dormitorios —sugirió Doña Luisa; y nuevamente, el equipo se apresuró a ir a las habitaciones.

Mientras tanto, el equipo de Don Ramón también había encontrado sus pistas, aunque con menos facilidad. En el salón común, su pista los llevó al patio, donde tuvieron que revisar entre las plantas y macetas hasta que Doña Mercedes, con su buen ojo para los detalles, descubrió una nota escondida en una regadera.

—Vaya, esto es más difícil de lo que pensaba —comentó Don Paco mientras leía la siguiente pista—: «donde las notas musicales se alzan al aire, la siguiente pieza espera ser descubierta».

—Eso suena al piano de la sala de música —gritó de repente Don Ramón excitado como un niño, recordando el viejo piano de cola que estaba allí desde hacía décadas. Se dirigieron rápidamente a la sala de música, riendo mientras imaginaban lo que podría esperarlos.

Una vez allí, después de inspeccionar el piano y otros instrumentos sin éxito, Don Ramón finalmente observó que algo sobresalía de debajo del banco del piano. Al inclinarse para recogerlo, descubrió otro sobre.

—¡Lo tenemos! —exclamó, abriéndolo para revelar la próxima pista—: «el siguiente lugar es donde la paciencia se sienta, en su tablero cuadriculado, esperando a que el tiempo pase.

—Eso tiene que ser el rincón donde siempre jugamos al ajedrez —dedujo Don Paco; y el equipo salió disparado hacia el rincón del ajedrez, sin darse cuenta de que el otro equipo también estaba cerca de encontrar la pista final.

El equipo de Doña Carmen, ahora en las habitaciones, estaba revisando entre las almohadas y sábanas cuando Doña Luisa encontró un sobre pegado al respaldo de una cama:

—Aquí está la pista final —anunció con emoción—, dice: «Donde el agua fluye en cascada y la espuma borbotea, el tesoro te espera».

—Podría ser la fuente del jardín —dijo Doña Carmen; y el equipo salió lo más rápido que les dejaron sus achacosos cuerpos hacia el jardín, con la esperanza de llegar antes que el otro equipo.

Don Ramón y su equipo llegaron al rincón del ajedrez y encontraron la pista final que también los dirigía a la fuente. Al darse cuenta de que estaban en una carrera contra el tiempo, apuraron el paso.

Cuando los dos equipos llegaron al jardín, lo hicieron casi al mismo tiempo, respirando con dificultad pero sin perder el ánimo. Allí, junto a la fuente, se encontraba una pequeña caja de madera adornada con cintas doradas.

—¡El tesoro! —gritaron todos a la vez, acercándose a la caja. Doña Margarita, que había estado observando desde una ventana cercana, apareció entonces con una sonrisa radiante.

—Lo han hecho muy bien, todos ustedes —declaró mientras se acercaba—, este tesoro es para todos. Quería que se divirtieran y, por lo que veo, lo han hecho.

Doña Margarita abrió la caja y reveló su contenido: una colección de pastas, chocolates, y pequeños recuerdos personalizados para cada uno de los residentes. Había algo especial para cada uno, desde una pluma estilográfica para Don Ernesto hasta una pequeña navaja de bolsillo para Don Anselmo.

—Esto es más de lo que esperaba —dijo Doña Luisa, emocionada por el detalle—. Y pensar que todo comenzó con una simple búsqueda del tesoro —comentó Doña Carmen, sonriendo mientras saboreaba uno de los bombones.

Los residentes se sentaron alrededor de la fuente, compartiendo sus premios y riendo juntos, rememorando los momentos cómicos y las pequeñas aventuras que habían vivido durante la búsqueda.

Esa tarde, mientras el sol se ponía sobre la residencia Edén, dejando un cálido resplandor dorado en el jardín, todos sabían que habían encontrado algo más valioso que cualquier tesoro: habían encontrado la alegría de vivir plenamente, sin importar la edad, y el placer de compartir esos momentos con amigos.

Jose Luis Blanco Corral

@sinvertock

Autor de: Relatos del Más Allá (Amazon), Cuando no quedan lágrimas (Amazon), Vidas anodinas (Suseya), Poemas para pasear (Amazon), Relatos del día a día (Amazon), Cuentos para educar (Nexo), Meditación para niños (Amazon) y próximamente el poemario Muy Personal (Loto Azul).

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