Cambio a un estilo de vida saludable para este 2024. El taller de las ideas de Alcorcón: medicinas y deporte
Ya estamos inmersos en la cuesta de enero y es el momento de recordarnos a nosotros mismos nuestros propios propósitos para este año y ponernos manos a la obra. ¿Cuántos os prometisteis apuntaros al gimnasio? Que levanten la mano los que lo han hecho. Muy bien, sois muchos. Ahora que levanten la mano los que han entrado y entrenado en el sagrado templo del culto a la salud y la estética. ¡Uy, qué pocos!
Si alguno aún está dudando, si le falta un empujón para decidirse a ir, espero que este artículo le sirva para animarse a cumplir su propia promesa.
Como todo el mundo sabe, se ciernen sobre nosotros múltiples afecciones de diferente índole que disminuyen nuestra calidad de vida hasta niveles que nunca imaginamos: hipertensión, diabetes, ansiedad, aterosclerosis…
La medicina ha encontrado algún tipo de paliativo para cada una, pero, ¿y si estamos poniendo tiritas en heridas que nos causamos nosotros mismos? Quizá la sanidad está enfocando mal el problema y, en lugar de ir a su raíz, únicamente trata los síntomas.
El origen o el empeoramiento de muchas enfermedades podemos encontrarlo en el sedentarismo.
Cualquier excusa es buena para no ponerse el chándal y salir a caminar, ir al gimnasio o coger la bicicleta: hace frío, hace calor, estoy cansado de trabajar y de bregar con los niños…
Pues bien, a día de hoy, cualquier médico os dirá que es indispensable comer menos y realizar algún tipo de ejercicio físico, aunque sea uno de mínimo impacto como es andar a paso ligero 10.000 pasos o más.
Hay millares de estudios científicos que respaldan los beneficios del deporte sobre la salud.
Entonces, si está tan claro, me pregunto y te pregunto: ¿por qué además de recetar tantas pastillas no se receta también el realizar deporte? La seguridad social cubre muchos medicamentos (más caros de lo que pensamos), pero no la cuota del gimnasio o de la piscina, por ejemplo. No es descabellado pensar que podría suponer un ahorro a las arcas combinar el deporte con las soluciones farmacéuticas, si se hallase el modo de verificar que el paciente está realizando el deporte recetado: por ejemplo, mediante conciertos con gimnasios y utilizando una app para confirmar la asistencia.
Ya, acabo de romperte todos los esquemas, querido lector, pero analiza con frialdad y objetividad el siguiente caso específico:
Juan, cuarenta años. Se fatiga al correr unos pocos metros para no perder el autobús o si tiene que subir un segundo por las escaleras porque se ha averiado el ascensor. En el reconocimiento médico de la empresa le han dicho que tiene un índice de masa corporal que le sitúa en la franja de «sobrepeso». También tiene elevados la tensión y el colesterol. Le han recomendado seguir una dieta hipocalórica, dejar el alcohol y el tabaco.
Juan resopla como un elefante solo de pensar en quitarse esas cañitas que tanto disfruta en la terracita del bar de su barrio, o ese cigarrito después de comer junto con los compañeros del trabajo. Ni siquiera tiene zapatillas de deporte aparte de unas bambas que usa para todo.
Ante esta situación, Juan tiene dos opciones:
La primera: continuar con su forma de vida como si nada. Comenzar a tomar antihipertensivos y estatinas, comprarse ropa más grande, mudarse a un bajo por si se estropea el ascensor… porque llegará un momento en que no podrá subir las escaleras de su casa sin echar la bilis en el intento.
La segunda: conlleva un cambio radical en sus hábitos. Es difícil, pero a largo plazo será el mejor modo de mejorar y mantener su salud. Abandonar el consumo de alcohol, de tabaco y de comidas excesivamente grasas, comprar unas zapatillas apropiadas para caminar e intentar alcanzar el objetivo de los 10.000 pasos diarios.
Juan ha optado por la segunda opción. En la medida que consiga abandonar sus malas costumbres, notará una gran mejoría directamente proporcional al esfuerzo que realice.
Las personas que padecen enfermedades crónicas deben saber, que si no hacen nada y únicamente confían en la medicina para cuidar su salud, con el tiempo se encontrarán cada vez peor. Si, como Juan, deciden ponerse las pilas, aprender a alimentarse y hacer ejercicio físico, también podrán mejorar su calidad de vida y evitar que los males que les aquejan sigan empeorando. Se sentirán mejor en su día a día y esto les animará a seguir cuidándose.
En resumen: el movimiento es vida.
Muévete y aprende a comer mejor.
Eso no significa que no puedas hacer alguna excepción de vez en cuando, sino aprender a disfrutar de un modo más sano. Menos bar y más campo. Menos tabaco y más caminar. Menos videojuegos y más gimnasio. Menos pizzas y más legumbres.
Somos humanos y puede que, como un servidor, no podamos cumplir con todas las recomendaciones, pero por poco que consigamos mejorar nuestros hábitos, el esfuerzo redundará en beneficios para nuestra salud y en nuestra calidad de vida. La otra opción es atiborrarse a pastillas de todos los colores mientras envejecemos prematuramente.
Nota: en un año Juan consiguió adelgazar diez kilos y regular su tensión y colesterol. Incluso corrió la San Silvestre de Vallecas y, aunque no ganó, celebró haber podido terminarla. Además, con lo que se ahorró en alcohol y en tabaco se fue de viaje con la familia.
Jose Luis Blanco Corral es autor de la novela corta Cuando no quedan lágrimas, disponible en Amazon.
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