Desde mi Colmena en Alcorcón: La musa de carnaval

Desde mi Colmena en Alcorcón: La musa de carnaval

Nueva columna semanal sobre musas insubordinadas y disfraces poderosos. Desde mi Colmena en Alcorcón: La musa de carnaval

Ha vuelto a ocurrir. Lo ha vuelto a hacer. Mi musa es una fandanga. Yo tenía otra columna preparada y ella la ha hecho salir despedida de un puntapié para plantarme esto encima de la mesa.

Acabamos de llegar de un vendaval delicioso repleto de colores, música, destellos, aplausos…, y lo más hermoso de todo: niños felices, realizados, regalándonos el fruto de horas y horas de aprendizaje; ensayos, caídasPepito espabila, María que te despistas, Lucía que vas hacia el lado contrario por Dios a ver si os centráis…

La mayoría de nosotros hemos disfrutado de disfrazarnos durante la infancia e incluso después. Muchos hemos participado en algún baile, lo cual ya es elevar el placer del disfraz al máximo nivel imaginativo.

Disfrazarse es lo más parecido a leer, pero la duración del trayecto, que normalmente traquetea al ritmo de las páginas de un libro, adquiere una vertiginosa inmediatez con la transformación física y propia. El disfraz es un acceso directo al personaje elegido.

Hay un vínculo fascinante que une lector, escritor y disfrazado.

Cuando escribes, el escenario elegido te absorbe con tal fuerza que te arranca hasta la última fibra textil que vestías cuando el teclado se te tragó. Dependiendo del lugar elegido, podrías encontrar un brazalete egipcio rodeando tu brazo bajo el hombro, un precioso torque celtíbero colgando de tu cuello o un traje de astronauta envolviéndote mientras tu silla se inclina y todo empieza a vibrar haciendo que te castañeteen los dientes, señal de que vas a despegar.

La magia consiste en que al lector le suceda lo mismo cuando caiga dentro de tu libro. Que te escriba un mensaje para contarte que se quemó colgando un caldero sobre el fuego en un castro prerromano, o que caminando por la calle vio un raspón en una esquina y lo primero que le vino a la mente fue la lanza que esquivó en una batalla. Que al mirarse en un espejo, este le devuelva un fugaz reflejo de una versión más intrépida, misteriosa, bella o mágica de sí mismo/a… ¿Cuánto hay de disfraz y cuánto de sí mismo/a?

Hoy he visto niños que corrían apurados con un reloj enorme en la mano, orejas y bigotes de conejo mientras apremiaban a un grupo de Alicias: “¡No hay tiempo, no hay tiempo!” (la verdad es que prácticamente todos nos identificamos con ambos personajes).

Miento: no eran niños sino, cada uno, el conejo de “Alicia en el país de las maravillas”. Ese y no otro ser. Hoy no eran los mismos que suelen componer una clase donde cada cual tiene su mochila, su material, sus regañinas o méritos, sus notas y su familia esperándolo en la puerta. En ese momento, no. Lo que presenciamos durante un precioso baile alrededor de una mesa cubierta de loza para el té, pastas y pasteles, no pertenecía al mundo cotidiano. Volaba muy lejos, hasta donde la imaginación de los niños alimenta personalidades alternativas, ilusiones no siempre imposibles y un mundo que les pertenece por completo y contra el que jamás podrán hacer nada los adultos (al menos mientras sigamos existiendo escritores para defender Fantasía y profesores con genética de druidas, hadas y hechiceros).

A continuación, una manada de leones escenificó con una danza el círculo de la vida. Salvo en el intervalo en que terminaron el baile para saludar al público, su naturaleza tornó fielmente en la del felino rey de la sabana, de principio a fin. Su personaje les poseyó por completo.

También he visto a Buzz Lightyear, a Blancanieves, a Peter Pan… Y piratas, aguerridos y temibles bucaneros y corsarios que, afortunadamente, en lugar de asaltarnos y abordar las sillas que entonces conformaban nuestro bajel de aventuras, compartieron una gran juerga como las que cualquiera podría disfrutar en una bodega bien surtida de ron (bueno, para esta versión infantil vamos a suponer que brindarían con batido de chocolate).

He viajado a Bagdag. Ali Babá, no sé cuántos ladrones guapísimos y preciosas bailarinas nos han hecho soñar con la lámpara de los deseos. Y aprovechando la ocasión hemos deseado viajar en el tiempo, ¡y el deseo se ha cumplido!: al ritmo de you´re the one that I want (Grease) y Mamma Mía (Abba), se nos han movido los pies a la vez que chispeaban en nuestros ojos los reflejos de unos trajes tan brillantes como el magnífico día que nos ha regalado este loco febrero.

Y ahora viene lo mejor de todo, el plato fuerte:

Mi hija y sus épicos compañeros y compañeras de sexto exhibieron, a través de un baile de Avengers, las increíbles dotes propias de los héroes y heroínas que se encuentran a punto de abandonar el último curso de Primaria, dispuestos a enfrentarse a un nivel superior de retos en un lugar desconocido. Porque lo harán y vencerán, como en el baile: aunando sus superpoderes, formando equipo, con enérgicas palmadas para asperjar sus fuerzas entre todos.

La Viuda Negra (encarnada en la pantalla por Scarlett Johansson), demostrando que, a pesar de ser humana al cien por cien, de no contar con poderes derivados de ciber-cachivaches (como los de Iron man) o de piedras, picaduras o rayos marcianos (ya me pierdo con tantos personajes de cómic), no es ni será menos contundente. Poca broma con mi Sara, digo… con Viuda Negra.

En general, para adoptar tantos papeles es imprescindible imaginar y crear, y/o conocer ―bien leyendo o bien visionando la versión cinematográfica― el cuento o el guión de un producto creativo, cuyos personajes no habrían tenido otra vía de adentrarse a tomar los mandos en una actividad lúdica cuyos beneficios para la salud mental de los niños están constatados. 

Por supuesto, no quiero finalizar sin dedicar un fuerte aplauso a esos profesores de paciencia infinitaJuanito, que no, que no te vayas hacia atrás… que no, que para adelante todavía no… espera, espera a Susana y a Carmen.

Imposible sin ellos (huelga repetir la importancia que tiene para mí el papel del docente desde los albores de la historia de la Humanidad).

En los colegios los peques ya han cumplido. Ahora nos toca a nosotros… Demos un repaso a la programación de Carnaval de Alcorcón y dejemos que la imaginación nos gobierne por unos días.

Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una brujapueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web: “Las abejas de Malia”, así como en Amazon.

*Queda terminantemente prohibido el uso o distribución sin previo consentimiento del texto o de las imágenes que aparecen en este artículo.

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