Nueva columna dedicada a los héroes que caen, se levantan, se sacuden el polvo y vuelven a buscar trabajo, amor, amigos.
“Hay un héroe, si buscas en tu corazón…”, canta Mariah Carey al comienzo de la canción que da título a la columna de hoy.
La mencionada celebrity no es santa de mi devoción pero, si de algo gozamos las abejitas filósofas, es de un vuelo muy amplio que nos permite libar lo más rico de una variedad cada vez mayor de flores, a fin de elaborar una miel que deberá nutrirnos progresivamente mejor por estas praderas cada vez más ventosas y hostiles.
En fin, que una mente abierta te propicia la adquisición de conocimientos y experiencias que refuerzan tus defensas contra prácticamente cualquier manotazo de la vida.
En diciembre perdí mi último trabajo. La verdad es que se veía venir desde el primer día; pero bueno, mejor estar ahí ganándose un dinerito mientras dure, que en casa o por la calle aguantando las caras de quienes te miran como un insecto porque en la lotería laboral, bajo el mismo esfuerzo y mérito, a ti te han caído números peores. Que haya quienes se permiten juzgarte debería hacer que su suerte se tambalee un poco; no por desear un rencoroso mal a nadie; sólo porque un pequeño susto les haga ver que a cualquiera se le pueden cerrar las puertas de repente, en una sucesión de angustiosos portazos relacionados con responsabilidades personales a las que no puedes dar la espalda, más otros elementos como quiebra de empresas, represalias por no compartir opinión política con los jefazos, ciertas prácticas fraudulentas relacionadas con la obtención de subvenciones por contratar a tal o cual tipo de empleado… Las opciones son múltiples, y la mayoría maquiavélicas.
Hero… Es curioso: cuando crucé por última vez la puerta del trabajo donde había pasado nueve meses (como los nueve meses que igualmente había estado mi predecesor, y su predecesor, y el anterior…), al montar en mi coche comenzó a sonar esta canción desde alguna benévola emisora. Fue una canción que estuvo de moda hace treinta años y a la que yo me aferré en un momento muy difícil de mi vida, cuando comenzó la sucesión de calamidades que me hizo descubrir que cada caída al fango me regalaba una resplandeciente flor de Loto como la que describo en “El maestro griego (Las abejas de Malia I)”.
Hero me ha acompañado en otros batacazos de los que ya ni me acuerdo, pero de los que sí sé que conforman parte del vítreo cimiento tipo Frozen con que me he hecho la reluciente escalinata desde la que observo todo lo aprendido y crecido con ello. Me fascina esa memoria que no es perceptible tal cual y que, sin embargo, condiciona el comportamiento futuro. La misma que hace que un bebé sea feliz sin recordar por qué (aunque tú sí lleves un buen balance de todo lo que has hecho para que su comportamiento y su futura actitud refleje lo que ha recibido).
Y otra vez, Hero… Hoy me he llevado una gran decepción. No he superado una entrevista. Ya veis qué cosa…Pero es que era esa certeza de haberlo conseguido, seguida de una voz que gritaba en mi interior: “¡Sí! ¡Demonios! ¡Ya era hora! ¡Esto es lo que me merezco, por fin!”; esa certeza es la que me ha derrumbado. Sin embargo, ya levantada (por supuesto), no he tenido que esforzarme en escuchar esa otra voz: “¿Y lo que ha molado toda la ilusión anterior?” ¡Pues claro que sí! Yo nunca fui de cogerle miedo a los patines (y menudas me he pegado, eh…).
Qué bueno el trineo hasta que me comí el árbol: me quedo con el recuerdo de la bajada. Las heridas ya se cerrarán solas.
La primera vez que escuchaba Hero yo tenía 19 años, había roto una relación muy intensa y bella. Y a esa edad, cuando perdías el amor, el mundo se convertía en un matadero de pesadilla, oscuro y lluvioso. Y mientras Mariah me repetía que en mí interior había un héroe, yo comenzaba a forjarme como competidora de taekwondo. De película, ¿verdad? Pues yo lo viví, y fue maravilloso.
El Logos de los estoicos, de quien se dice te causa un mal para conducirte a un bien superior, cumplió con su misión y todo mi entorno floreció con especies más fuertes, hermosas, nobles..: éxito, grandes amistades, superación que repercutía en mis resultados académicos, y una filosofía para toda la vida, extraída del lema de oro del Taekwondo:
«Permitido caer, obligatorio levantarse».
Con lo cual, llego a casa, me sacudo la ropa y me voy de paseo con el pobre Happy, que ya temía nuevos días de soledad. Y a escribir y a seguir cuidando de los míos (mi madre corría la misma suerte que el perro. Mis hijos ya no tanto) mientras me preparo para salir a otro cuadrilátero.
Aunque… me tientan con la idea de dejarlo para después del verano (que el anterior me lo pasé currando salvo unos pocos días)… Ya veré, si no vuelvo a enamorarme de otra oferta. Si es que no tengo arreglo. Ni dinero. Va a ser eso… Por lo menos acercaos hoy al mercadillo del Club Parque Lisboa y compradme un libro: rica miel cien por artesana, pura y curativa. ¡Especial para héroes!
Feliz domingo.
Patricia Vallecillo – escritora y presidenta de la Asociación de Escritoras 100 Miradas.
Autora de la trilogía Las abejas de Malia y del cuento Letras para una bruja.
Facebook: Las Abejas de Malia libro.
Instagram: escritorapatriciavallecillo.
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