Navidad y familia, familia y Navidad… ¿Y para las parejas? Para ellas también es Navidad. Y para ellas, grandes ausentes en las menciones navideñas, este pequeño relato. Que lo disfrutéis.
Dos días, sólo dos días, con sus cuarenta y ocho horas, convertidas en gotas de miel.
Se pueden pasar las horas a minutos y los minutos a segundos. Aquel fin de semana, tú y yo inventamos una nueva medida, atemporal e innumerada pero con su principio y, por desgracia, su fin.
El árbol de Navidad, desnudo como un mendigo a la vez que impaciente como un niño esperando su regalo, observaba el interminable ir y venir de sus abalorios entre tu cuello y el mío, en una danza que se le antojaría interminable, si un árbol de Navidad pudiera gozar de percepción.
Pereza y pasión de la mano. ¿Podía ser? Fue. Nos comíamos los bombones y el turrón a pequeños mordiscos. Y el árbol seguía esperando mientras yo jugaba a mantener en equilibrio una bola dorada sobre las plantas de mis pies escuchando tu poema.
El champán se derramaba lentamente en las copas, con la calma con que se sorbe un néctar hecho para honrar los momentos más especiales, rindiendo su áureo brillo, con toda su efervescencia, al amor más genuino de todos los que brindaban aquella noche.
Ya casi Nochebuena y la casa sin decorar… No hay prisa. Tranquilamente, empezamos por el salón. Miento. Antes de empezar, acabamos. Acabamos en la habitación de la cabaña mientras afuera, cesando su vals invernal, abundantes copos de nieve se pegaban al cristal que los contenía, pugnando por curiosear entre la empañada superficie.
El suelo del pasillo, carente de alfombra, nos recibía con envidioso frío. Pero mis pies apenas lo tocaban, subidos a los tuyos al son de la música, llevados por los acordes de Lover de Taylor Swift o elevados, columpiándose desde los fuertes brazos que sólo cedían al peso del deseo entre estancia y estancia.
¿Pereza o pasión…? ¿Ambas? Ya nos ocuparíamos de las guirnaldas y demás zarandajas después.
Y siempre, sin tregua, el ataque a la bandeja de los dulces que devoramos sin mesura como devoramos lentamente todas y cada una de las gotas de miel que se deslizaron entre las agujas del reloj, burlándose del desabrido tiempo que marcan los números.
Despiadados números que marcaron el final. Contra ellos, el inmortal recuerdo que nos dejó para siempre un baile grabado en la planta de los pies y un árbol de Navidad sin decorar.
Feliz Navidad, dulce Navidad.
Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una bruja, pueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web en el siguiente link de acceso a su web: “Las abejas de Malia”, así como en Amazon.
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