Tribuna entorno al reto del soterramiento, alivio para unos, caos para otros. De Alcorcón al cielo: Soterramientos y quebraderos de cabeza

* Texto adaptado del vigesimoquinto número del periódico impreso de alcorconhoy.com, correspondiente a marzo de 2025. Para leer el periódico completo, puedes hacerlo haciendo clic aquí.

El 2024 se despidió de una guisa un tanto particular en Madrid: con el inicio de las obras de soterramiento de la A-5. Un proyecto que, tras muchos vaivenes, ya está en marcha, y que ha afectado a Alcorcón mucho más que al resto de municipios, al ser nuestra ciudad el nexo ineludible de paso para cientos de miles de personas que, a diario, llegan a la capital por carretera pasando por aquí.

Tunelar la A-5 llevaba décadas siendo un reclamo. En especial, de los miles de vecinos de barrios como Cuatro Vientos, Batán o Campamento, que han tenido que convivir sus vidas enteras con el ruido, polución y demás vicisitudes de tener una carretera de enorme tránsito pegada a sus ventanas. Ya intentó hace unos años echarles un capote Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid, con esos semáforos que pretendían regular el tráfico en carretera y servir como medida disuasoria a quiénes iban en coche a la capital. Aunque no funcionó.

Mas, ahora, el soterramiento de la A-5 sí se atisba como una solución efectiva. Y la triste estampa que avistan a diario esos vecinos cambiará de lleno, para dejar paso a zonas verdes, parques, nuevos barrios y viviendas. Sin miles de coches, zumbidos de claxon, acelerones ni rugidos de motor. A ver si, puestos a pedir, los nuevos túneles llegan con buena cobertura móvil, para que no sea una odisea tener que circular por ellos sin que se pierdan los navegadores, como pasa en la M-30.

Aunque, entretanto, hay que pensar en una cuestión compleja: en toda esa gente que pasa por ahí a diario para ir y volver de la capital. Por las obras, hace ya dos meses que los autobuses con destino Príncipe Pío terminan en Cuatro Vientos, foco de gran concentración de masas por su conexión con la Línea 10 de Metro y la C5 de Renfe. Y ahí es donde está el meollo del asunto, pues, en muchas ocasiones, el transporte público en Madrid, pese a sus magníficas conexiones, no funciona todo lo bien que debiera.

Los retrasos en Metro y, muy especialmente, en la C5 de Renfe están a la orden del día. Trenes que se demoran, esperas interminables en andenes, indicaciones erráticas por señalética y megafonía… así sucede: que, muy a menudo, los trenes viajan llenos, con las masas embutidas como sardinas en cada vagón (¿quién dijo Covid-19?). Y de malas pulgas, con razón, porque ese mal servicio provoca que los usuarios lleguen tarde a sus destinos. Un círculo vicioso de infortunios.

Todo ello se complica aún más en los días de lluvia y mal tiempo, que no han sido precisamente pocos en este último mes y que, aparte de causar más retrasos, también son jornadas de más afluencia. Para más inri, Renfe había convocado una huelga para estas semanas, que, al menos de momento, ha quedado sin efecto. Menos mal.

Como firme defensor (y usuario) del transporte público, un servidor ve como una gran necesidad que las administraciones, las dirija quien las dirija, hagan su trabajo para afrontar con garantías esta problemática. Y que el vecino de a pie no vea como un potencial quebradero de cabeza el llegar a la estación de tren sin saber si va a llegar en hora a su trabajo, a clase, al gimnasio, a recoger a su hijo… o a dónde quiera que vaya.

*Queda terminantemente prohibido el uso o distribución sin previo consentimiento del texto o las imágenes propias de este artículo.

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