Apuntes desde Alcorcón: Perder el móvil

Apuntes desde Alcorcón: Perder el móvil

Alberto Viña nos trae una nueva columna semanal sobre formar una nueva vida. Apuntes desde Alcorcón: Perder el móvil

Me he propuesto no romantizar lo que me sucedió la madrugada del domingo al lunes porque me conozco. Es una tragedia. Una pedazo de putada. Nada que celebrar. Pero también es material para escribir, por supuesto que lo es.

El fin de semana pasado perdí el móvil en la pradera de San Isidro. Aún no sé si se me cayó o si me lo robaron del bolsillo sin que me diese cuenta. Yo me decanto más por lo segundo. Me gusta pensar que las buenas personas siguen siendo mayoría -me gustaría tener la seguridad de poder incluirme en el grupo, pero no estoy del todo convencido-. Me gustaría que mi primer pensamiento ante un desconocido fuera un golpe de confianza y de fe. Quiero creer en las buenas intenciones. A pesar de que luego la realidad pueda ser otra. O suela ser otra, como me advierten desde fuera.

Cuando pierdes el móvil no pierdes solo el propio móvil. Eso es lo de menos, de hecho. Lo que verdaderamente pierdes es una parte de ti. Es evidente que el móvil se ha convertido en una extensión de uno mismo. En otra extremidad. Es prácticamente el catalizador de todo lo que nos ocurre, porque muchísimas cosas suceden dentro de ese universo. A través de él te sitúas en el mundo, te desplazas y te relacionas. La vida está cada día más detrás de un cristal rayado.

En mi caso todo fue bastante peor de lo que os estaríais imaginando. Pensaba, inocente y feliz, que las copias de seguridad estaban haciéndose sin problema. Y resultó que no, que mis recuerdos en formato jpg y txt estaban pendientes de un hilo demasiado fino y frágil. Lo perdí todo. Gracias a dios que Instagram permanece ahí con su archivo para agarrarte del brazo antes de que te caigas del todo. Esas historias que subes completamente fuera de sentido son auténticos salvavidas en el océano del olvido.

Me consolaba saber que, como ocurre con todas las putadas de la vida, le ha pasado a mucha gente antes que a mí. Y que le pasará a más gente también. Que no estoy solo en esto, básicamente. Fui a por un duplicado de mi número y a por un móvil nuevo y la persona que me atendió dijo que era el tercero del día en pedirle lo mismo. Lo contaba con tanta naturalidad, mirando siempre a su ordenador, con un tono similar en todas sus palabras, que realmente le quitó casi todo el hierro a mi asunto. Realmente no es para tanto.

Y además, cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. Una oportunidad siempre sucede a otra. La pérdida de la memoria digital sirve también para bloquear el camino de vuelta a zonas por las que no debes volver a transitar. Es como guardarse un billete de un viaje que hiciste pero que no puedes volver a hacer. Y colgarlo en el corcho de tu pared para verlo cada mañana. Un día entrará tu madre a ver cómo está de ordenada tu habitación y te tira cosas que no valen nada ya. Para ti a lo mejor sí que eran valiosas, pero es mejor así.

Un móvil nuevo es una vida nueva. Una reorganización de tu conexión al mundo. Un pasaporte nuevo y recién plastificado. Un nuevo proceso de aprendizaje. Nuevas oportunidades. Comprar una funda nueva. Volver a meter tus estampitas dentro para decorarla. No quería romantizar la pérdida -ninguna de ellas-, pero es inevitable.

AV

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