Nueva columna semanal sobre las creencias de uno mismo y las universales. Apuntes desde Alcorcón: El mosquito tiene que entrar
Ojalá cambiar de opinión sea un indicador de inteligencia como he leído alguna vez, porque me asombra lo mucho que lo hago. No llego al nivel de Groucho Marx, con aquello de “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”, pero sí he aceptado que cambiar de opinión no hará nunca que se me caigan los anillos.
Esta semana, sin embargo, he confirmado, comprobado, corroborado y asegurado que una de mis creencias es tan sólida como cierta: si algo tiene que pasar, pasará. No importa lo que hagas, las barreras que le pongas y los baches que coloques en su camino. Ese algo se fusiona con la estrella del Super Mario y lo destroza todo a su paso para acabar entrando y demoliendo desde dentro tu castillo de lo imperturbable. Un ilustre sevillano que mezclaba rock y saeta decía que creía en una ley universal que dicta y escribe lo que sucede, y que si perdías el autobús era porque lo tenías que perder.
Cuando mis amigos y yo llegamos al piso nuevo y vi que ninguna ventana tenía mosquitera supe que tenía que hacer algo al respecto. Vengo de una casa con las mosquiteras más efectivas del planeta, en la que podía dormir tranquilo aun con todas las luces de la ciudad apuntando a mi habitación. Aquí, en cambio, raro era el día en el que no escuchaba al menos cinco veces un zumbido rodeando mis oídos. Tomé medidas y compré telas mosquiteras. Contra todo pronostico fui capaz de colocarlas correctamente. Y si bien es cierto que no son mosquiteras de vanguardia, de póster, de mi casa de Alcorcón, sí que son «todo está bien» para mí cabeza obsesionada y amilanada de los zumbidos.
Pero, como decía al principio y confirmé más tarde a través de aquel cantante sevillano (se llamaba Silvio, para los curiosos), si algo tiene que pasar, pasará. Esta semana mi despertador particular han sido los zumbidos de dos mosquitos de proporciones desorbitadas y repletos de sangre. Después de llevármelos por delante con torpeza y sueño y mientras limpiaba mi antigua e impoluta pared blanca me preguntaba cómo era posible que hubieran entrado en el piso. Vino a mí la sólida y cierta creencia: sí algo tiene que pasar, pasará.
Los mosquitos tenían que entrar en la casa. La blanca pared tenía que dejar de serlo algún día. Tu castillo imperturbable algún día será inhabitable. Mi opinión volverá a cambiar más pronto que tarde. Si no te gusta esta ley universal, lo siento mucho. No tengo otra.
AV
Alberto Viña es escritor y vecino de Alcorcón. De hecho, su primer libro «Relatos de taller», está realizado en colaboración con alumnos y alumnas del ‘Curso de Escritura Creativa’ del Centro Cívico Cultural Cooperante Margarita Burón. Este se puede encontrar en la siguiente página web, o en el mismo centro.
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