Recuerdos de la zapatería Los Guerrilleros de Alcorcón. De niño, mi madre me llevaba allí para comprar zapatos. Sobre la entrada, un cartel que siempre llamaba la atención: ‘No compre aquí, vendemos muy caro’. Era una paradoja divertida, porque en realidad, los zapatos eran sorprendentemente baratos. A pesar de su lema irónico, la tienda siempre estaba llena. Incluso había colas para entrar. Hoy, el local se ha convertido en una casa de apuestas, y me he puesto a recordar su historia.
Esta zapatería multimarca, fundada en 1962, era más que un simple comercio en nuestra ciudad. Se había convertido en un emblema, una tradición para las familias de Alcorcón. Me encantaba ese cartel. ¿Sería una estrategia de marketing ingeniosa o simplemente un toque de humor?
A pesar de proclamar precios altos, los zapatos eran asequibles y de buena calidad. Los clientes acudían en busca de ofertas y de esa atención personalizada que tanto caracterizaba al lugar. Era un espacio donde generaciones encontraban calzado para toda ocasión, desde eventos especiales hasta el día a día.
Sin embargo, la historia de la zapatería tomó un giro triste. Cerró sus puertas en 2015, tras una serie de malas decisiones de gestión por parte de los herederos, después de la muerte del propietario. Este cierre no solo significó la desaparición de un negocio, sino el fin de un capítulo en la historia de Alcorcón.
Esta zapatería no era solo un lugar de compra; era parte de nuestras vidas. Había creado una comunidad, un sentimiento de pertenencia. Con su cierre, no solo perdimos un establecimiento, sino también un pedazo de nuestra identidad local.
Hoy en día, el cambio de la zapatería a una casa de apuestas refleja la transformación de nuestra ciudad. A pesar de que el cambio es inevitable, no puedo evitar sentir nostalgia por esos negocios familiares que formaban parte de nuestra cotidianidad. Eran esos lugares especiales que nos conectaban con nuestro pasado, con memorias de la infancia.
Lo que más se extraña no son solamente los productos asequibles, sino la experiencia en sí. Esa sensación de comunidad y tradición es algo que se pierde en un mundo cada vez más rápido y efímero. La zapatería de la Calle Fuenlabrada era un refugio de autenticidad y tradición.
Ahora, al pasar por esa calle, me detengo un momento. Imagino las risas, el sonido de los zapatos nuevos, las conversaciones entre vecinos. La zapatería ya no está, pero su espíritu y los recuerdos que generó siguen vivos en nosotros, los vecinos de Alcorcón.
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