La Historia de la Pastelería Manolín, un símbolo de Alcorcón

La Historia de la Pastelería Manolín, un símbolo de Alcorcón

Nuevo texto de Orgullosos de Alcorcón para recordar otro establecimiento icónico. La Historia de la Pastelería Manolín, un símbolo de Alcorcón

* Texto adaptado del duodécimo número del periódico impreso de alcorconhoy.com, correspondiente a enero de 2024. Para leer el periódico completo, puedes hacerlo haciendo clic aquí.

En el corazón del Barrio del Sacrificio, en la calle San Pedro número 10, se ubicaba uno de los tesoros más dulces de Alcorcón: la pastelería Manolín. Fundada por Manuel Martínez Díaz, un vigués nacido en 1949, esta pastelería no era solo un comercio, sino un pedazo de historia y tradición que marcó la infancia y juventud de muchos alcorconeros, incluyéndome a mí.

Mi historia con la pastelería Manolín comienza en los años ochenta. Yo nací en 1970, y desde pequeño recuerdo con nostalgia aquellos días en los que sus negritos de merengue y la milhoja de nata eran el mejor regalo que uno podía esperar. Cada bocado era una mezcla de sabor y alegría, un pequeño lujo en la vida cotidiana de nuestro barrio.

Manuel, conocido cariñosamente como Manolín, era un hombre de esfuerzo y dedicación. Su historia es la del clásico sueño español hecho realidad. Comenzó sin nada, forjando su camino con esmero y pasión. Su época en el servicio militar en El Goloso fue crucial para su trayectoria. Allí, con dos cajas de pepitos hechos en casa, inició su andadura en el mundo de la repostería. Aquellos pepitos no solo conquistaron los estómagos de los soldados, sino que sembraron la semilla de lo que se convertiría en la emblemática pastelería Manolín, la segunda pastelería de Alcorcón, después de la Pastelería Muñoz.

Con el paso de los años, la pastelería se convirtió en un punto de encuentro para los vecinos de Alcorcón. Era un lugar donde las familias celebraban pequeñas victorias cotidianas, donde los niños, con sus narices pegadas al escaparate, soñaban con las delicias que se exhibían tras el cristal. Y para muchos jóvenes, como yo en aquella época, era el lugar donde saboreábamos los placeres simples de la vida.

Sin embargo, como todas las buenas historias, la de la pastelería Manolín también tuvo su final. En el año 2000, las puertas de este emblemático lugar se cerraron, dejando tras de sí un legado de recuerdos dulces y corazones agradecidos. Aunque ya no podamos degustar sus famosos dulces, el espíritu de Manolín y su pastelería permanece vivo en las memorias de aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo.

Hoy, recordamos a la pastelería Manolín no solo por sus exquisitos productos, sino también por lo que representaba: la tenacidad, la pasión y el calor de una comunidad. Manuel Martínez Díaz no solo nos dejó un legado de sabor, sino también una lección de vida sobre cómo los sueños, con esfuerzo y dedicación, pueden convertirse en dulces realidades. Hace un rato, he hablado con Manolín por teléfono y hemos quedado en vernos para compartir estos maravillosos recuerdos.

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