Nueva columna semanal sobre el paso de la borrasca Filomena. El taller de las ideas de Alcorcón: recuerdo la Filomena
En enero de 2021, para ser más exactos, del día siete al nueve de dicho mes, nevó de un modo que los de mi generación, la de los años setenta, no habíamos visto en nuestra vida. Ese año sí que cuajó la nieve hasta alcanzar medio metro de espesor, y como en otros lugares de la península, en Alcorcón, fuimos testigos del poder de la naturaleza. Descubrimos que no estamos preparados para hacer frente a fenómenos así.
Los hospitales se llenaron de accidentados debido a toda la gente que se caía por resbalarse, y excepto el metro, muchos otros transportes suspendieron sus servicios.
Yo mismo quedé atascado el primer día junto con otros coches sobre las 19:30 de la noche cuando volvía de trabajar, en la curva de una salida de la M-50 para acceder a Alcorcón. Las ruedas de mi vehículo patinaban en el hielo formado por la nieve que habían aplastado otros vehículos al pasar por ahí, haciendo que cayera sin remedio hacia el guardarraíl del arcén debido al peralte del pavimento.
Unos pocos vehículos lograban pasar, ya sea por tener neumáticos de invierno o tracción a las cuatro ruedas.
Llevaba un bote de alcohol, algo normal en tiempos de COVID, e intenté fundir el hielo acumulado bajo las ruedas, pero al momento volvía a congelarse, por lo que desistí y decidí informar a mi familia de la situación y de que era muy probable que «durmiese» allí esa noche.
Por previsión, suelo llevar siempre un pequeño macuto en el maletero con algo de herramienta y ropa, así que cogí lo poco que podía servirme en un momento así, (una braga, unos guantes de lana fina y un chaleco) y me dispuse a esperar a los servicios de emergencia o a que amaneciera para volver a casa aunque fuera andando.
Mentiría si dijera que no estaba preocupado. No iba sobrado de combustible como para mantener encendida la calefacción toda la noche, así que debía racionarlo porque no sabía cuándo ni si vendrían a sacarnos de aquella trampa de hielo. Pero mantuve la calma y esperé.
Por suerte, no tardó mucho en llegar un todoterreno que nos rescató uno a uno de la maldita curva. Desde aquí le doy las gracias a mi salvador, que ni siquiera sé a qué servicio pertenecía porque no me lo dijo. En ese momento era más importante ayudarnos a todos los que nos habíamos quedado tirados que las presentaciones.
Llegar a mi casa desde allí todavía fue una aventura, pero entre «joderes» y patinazos que me hicieron volver a rezar, algo que no recordaba cuándo había hecho por última vez, lo logré. La sensación de volver al hogar y el recuerdo de la cara de alivio de mi mujer cuando me vio entrar por la puerta… es algo que me marcó.
Debo decir que esos días hice mucho ejercicio, podríamos llamarlo «paling»; me di unas palizas tremendas a quitar nieve con una pala que conseguí, para poder sacar el coche e ir a trabajar y aparcar.
Todo esto viene a colación de la previsión del tiempo para este mes, que anticipa la precipitación de nieve. Voy a daros unos consejos para que podáis prepararos por si llegara a repetirse un fenómeno tan singular en nuestro tiempo y país como lo fue la Filomena:
Primero: permaneced atentos a las noticias.
Segundo: tened una pequeña reserva de agua (con un par de bidones grandes es suficiente) por si se congelan las tuberías, algo de comida para aguantar un par de días sin ir al supermercado, crampones para caminar por la nieve o el hielo, ropa de abrigo, mantas y una estufa de gas o radiador eléctrico.
Tercero: conseguid cadenas o fundas de neumáticos (o si los tenéis, montad los de invierno) para la nieve, aprended a instalarlas y echadlas al maletero junto con ropa de abrigo e incluso una pala si la tuvieseis.
Cuarto: llevad el depósito de vuestro vehículo con más de la mitad de su capacidad.
Quinto: averiguad dónde tiene el gancho de remolque vuestro automóvil por si necesitaseis usarlo. Yo lo sabía, pero con el frío, la tensión y la nieve que cubría mi coche, no encontraba el lugar donde debía enroscarlo y fue mi rescatador, más experimentado, el que pudo localizarlo.
Sexto: llegado el caso, moveros solo lo imprescindible y colaborar con vuestros vecinos y los servicios públicos si hiciese falta, para restablecer la normalidad lo antes posible.
Séptimo: aseguraos de que las personas mayores de vuestra familia y entorno estén preparados.
Esperemos que no vuelva a ocurrir y que simplemente podamos ver cómo juegan los críos en la nieve sin mayores consecuencias que muchas y preciosas fotografías; pero por si acaso… «Semper paratus» («Siempre preparados»).
Jose Luis Blanco Corral es autor de la novela corta Cuando no quedan lágrimas, disponible en Amazon.
*Queda terminantemente prohibido el uso o distribución sin previo consentimiento del texto o las imágenes propias de este artículo.
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