Nueva columna semanal relativa a un género particularmente entrometido y molesto. Desde mi Colmena en Alcorcón: Los «Vivotuvida»
Hoy quiero escribir sobre los vivotuvida. En el lenguaje popular son más conocidos como “cuñados/as”, pero no me parece justo porque yo, particularmente, no conozco persona más easy-going, abierta y humilde que mi buena cuñada Rosi.
No…, ella no merece la asignación del personaje atribuido a los cuñados en general.
Así que, por ella y todos los que son como ella, suplanto el término empleado comúnmente por este, de mi cosecha: los vivotuvida, un colectivo que me hastía más o menos según el día, mi estado anímico y sobre todo el número de interacciones padecidas.
Todos conocemos a unos cuantos de estos especímenes. Pertenecen a la variante más repelente del sabelotodo, en lo relativo a tus asuntos (sí, tus asuntos, no los suyos). Están seguros de que la extensa casuística humana, la explicación a cada caso y, por supuesto, el comportamiento a seguir, se rigen exclusivamente por sus líneas de actuación. Dan por sentado que las experiencias vividas por ellos son universales.
Dicha actitud suele conllevar que, a su parecer, el progreso no existe o, si lo hace, no es por obra de unos pocos disconformes que lo hacen avanzar, sino por una suerte de birlibirlaque de origen desconocido e inherente a la historia en sí misma. Para ellos, las personas no hacemos historia; ésta transcurre y los cambios surgen por sí solos de forma espontánea, como los hongos.
Los vivotuvida son una especie digna de estudio. Podríamos agruparlos por categorías según las expresiones más habituales en su léxico, y por las cuales podemos reconocerlos: “Ya verás, ya verás…”; “ya me lo dirás…”; “tú me entiendes…” y “de toda la vida…”, por poner los ejemplos más básicos.
A través de su mirilla, más escrutadora y sentenciosa que receptiva, no entra más visión que la recortada por su estrecho cilindro. Si su “de toda la vida” les dice que solo existe blanco o negro, llegarán incluso a ofenderse si confiesas que tú puedes ver otros colores (aunque no afirmes categóricamente que dichos colores existen como un hecho objetivo).
Como ya he dicho, podemos esquematizar a los vivotuvida según sus frases más habituales. Por ejemplo:
–Los “ya verás, ya verás…” son aquellos que, cuando emprendes cualquier asunto ―gestas un hijo, vas a comprarte un coche, adoptas un perro, te metes en una hipoteca, etcétera…―, tras la aparente intención de aconsejarte ocultan una necesidad imperiosa de mantener la creencia que sostiene su amor propio: que a ti te irá igual que a ellos. Si muestras el natural escepticismo basado en el conocimiento suficiente de tus capacidades, tu experiencia, tu estrella... se ofenderán. No digamos cuando el paso del tiempo te avala, tirando por tierra todos sus “ya verás”, porque tuviste éxito haciendo caso omiso a sus predicciones. Entonces es cuando la tensión se masca en cada encuentro; entre su fracaso sobre fracaso (el uno en sí mismo y el otro por no convencerte de que tú lo sufrirías igual) y la obviedad de que ignoraste su pronóstico y, para colmo, te fue bien.
-Los “ya me lo dirás” son muy similares a los anteriores, pero añaden un pelín de agresividad en su afirmación: no solo te equivocarás y verás, sino que después acudirás a ellos con las orejas agachadas por la derrota y te postrarás a sus pies para cantarles el O Sapientia. Cuando comprueban que esto no ocurre, sus egos revientan con más virulencia que los del “ya verás”.
–Los “tú me entiendes” son la caña, la berza y la pera limonera. A veces logran sacar lo peor de mí, porque no asumen que no compartas su idea. Si muestras desacuerdo eres un maleducado, un conflictivo, etcétera. Se reafirman en una suerte de conocimiento absoluto del universo y, lo que es peor: de tu pensamiento. Te atribuyen por sistema sus mismas ideas porque a su juicio son las mejores y por ello prácticamente las únicas para todos. “Es que no es lo mismo una hija que un hijo, tú me entiendes…” (por ejemplo). No, no te entiendo y Dios me libre de llevar en mi cabeza ese mojón machista que me llevaría a hacerlo. Hace poco dicha frase me tocó bastante el moño, por no decir algo peor.
Cambiando el tercio pero no el tema, con una muestra bastante ilustrativa y actual (en mi caso): Mi hijo se acerca a los dieciséis años y…no; no se ha convertido en ese gremlin que torna en demonio por darle de comer después de medianoche (véase la película de Spielberg) ni le da vueltas la cabeza con los ojos en blanco mientras escupe espumarajos verdes. No se ha transformado en el problemático adolescente retratado por los ominosos augurios del tópico incluido en la biblia que sostienen y agitan en una mano los vivotuvida mientras señalan a tu hijo con el índice de la otra. Pues no. No se han cumplido las profecías de los ya verás, los ya me lo dirás ni los tú ya me entiendes. Mi chico me parece un tipo genial, Incluso me extraña que, habiendo sido yo el demonio que fui, haya salido él tan majo. Claro, que mi relación con mis padres se sostenía sobre una base rígidamente autoritaria (entonces no se disponía de otro modelo), y no de autoridad reconocida o liderazgo (cosas del leer…).
Desconcertados ante esta revelación que se antoja insultante según las reacciones mostradas, los vivotuvida se agitan en el desequilibrio que los pilares tambaleados por tu vivencia provocan en su inamovible moral. Ante la amenaza de ver ésta quebrada, se decantan por creer firmemente que les he tomado el pelo o que el asunto tiene truco. Más birlibirlaque.
Antes de finalizar, remato esta tipología de los vivotuvida con el espécimen más común:
-Los “de toda la vida” son los que se empeñan en conservar las ruedas cuadradas. Se aferran a la idea de que algo no puede cambiar porque así ha sido siempre... Pues eso: de toda la vida. Pueden adoptar cualquiera de las variantes anteriores. Entre todos me agotan, me irritan, me superan. Pero hay una fórmula magnífica de efectividad comprobada (y no… no es birlibirlaque): la asertividad.
Tú, amigo lector, sigue adelante con tu confianza en tus posibilidades, conocimientos y talento. Y si alguien quiere vivir más vidas aparte de la suya, que se compre un libro (el que verás al pie de esta columna sin ir más lejos). Los libros son altamente recomendables para todas las dolencias y una gran vacuna contra una amplia variedad de incordios.
Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una bruja, pueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web: “Las abejas de Malia”, así como en Amazon.
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