Hay tradiciones que por más que pase el tiempo apenas cambian, pero qué bien estamos así. La Semana Santa es una semana de tradición, implicación, emoción y gastronomía que con los años se ha renovado por fuera pero que por dentro se sigue llevando el mismo sentimiento que hacía 50 años.
La Semana Santa viene acompañada de costumbres de antaño y como buena costumbre española no pueden faltar en cualquier casa las famosas torrijas. Ese pedacito de pan empapado en leche o almíbar, rebozado en huevo, endulzado con miel y con el que se nos cae la baba a más de uno de solo pensarlo.
¿Cómo se celebraba antiguamente?
El viernes de Dolores en Alcorcón se veneraba a Nuestra Señora de la Dolorosa. La familia del Marqués de Valderas acudía a esta cita con la expectación de todo alcorconero. Ya el Domingo de Ramos, cada vecino asistía a la iglesia con su ramito de oliva que el Ayuntamiento iba repartiendo.
Con la llegada del Jueves Santo, los hombres se confesaban y comulgaban antes de los oficios y con la caída del sol salían los pasos de la Dolorosa y la de “Los Judíos”, representada por Jesús portando la cruz y tres judíos azotándole. La imagen era llevada entre 20 jóvenes que venían del Campamento de Cuatro Vientos. Como costumbre, esa misma noche hay quien se quedaba en el templo velando al Santísimo, además de todos los mozos que entraban en quinta cada año. Al día siguiente, en Viernes Santo salían los pasos del Cristo de la Buena Muerte y la Dolorosa.
El Domingo de Resurrección era un día que todo el mundo deseaba que llegara porque salía a las calles la Procesión del Encuentro. La Dolorosa iba con las mujeres cubierta con un velo negro y por otro lado iban los hombres con El Resucitado, produciéndose el Encuentro ante el Ayuntamiento. El alcalde quitaba el velo y el manto a la Dolorosa quedándose vestida de blanco y produciéndose en aquel mismo instante el estallido de los cohetes y el resonar de las campanas que anunciaban la Resurrección del Señor.
La honra a Santo Domingo era una tradición en Alcorcón que se realizaba el miércoles de Pascua, una imagen que debida a su estatura a veces se la denominaba Santo Dominguín. Los alcorconeros levantaron una ermita en la Ribota al sentirse tan protegidos por este santo. A esta conocida fiesta pasó a llamarse “La Fiesta de los Borrachos” y se recordaban constantemente los refranes “Y metidos en laberinto, lo mismo da blanco que tinto” o “Lo mismo dan tres que cinco”. Todo el mundo acudía a aquella fiesta para entretenerse con el baile y beber de la sangría y la limonada que preparaba el Ayuntamiento.
En estos tiempos donde todo cambia constantemente es importante recordar siempre y no perder nunca esas buenas tradiciones que han ido forjado nuestros abuelos, disfrutando de estas Pascuas como se hacía hace 50 años.
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