El secreto oculto bajo Los Castillos de Valderas que conecta 1935 con 2025. Alcorcón Extraño: Los túneles de agua bajo Valderas

La reja metálica se abrió con un chirrido debido al óxido y el ruido rebotó en las paredes húmedas del túnel. Adri y Salva, con frontales en la cabeza y sendas mochilas, se miraron con una mezcla de miedo y entusiasmo que solo se sienten antes de cruzar un límite que no sabes a dónde te llevará.

Habían encontrado la compuerta semanas atrás, oculta tras una maraña de malas hierbas y arena al pie de un muro de Los Castillos de Valderas, justo donde hoy se alza el centro cultural. Era un acceso de mantenimiento olvidado, parte de la antigua red subterránea de agua potable que ordenó  construir en 1935 el alcalde Mariano Lejárraga. Una red que, según los escasos planos, no se mapeó por completo.

—¿Seguro que quieres seguir? —preguntó Salva, apuntando la linterna al interior.
—Llevamos un mes armándonos de valor para hacer esto —respondió Adri, con medio cuerpo ya dentro.

El túnel era estrecho, de ladrillos rojos, con restos de tuberías podridas y oxidadas que discurrían por el suelo. Descendieron durante veinte minutos por una rampa en espiral hasta que la luz del exterior desapareció por completo.

Al principio solo oían sus pasos, luego, algo más: risas. Primero débiles, como si llegasen desde muy lejos. Después más claras, presumiblemente infantiles por su tono agudo. También se escuchaban correr pasos cortos. Sonaban cerca, pero no sabían de dónde procedían.

—¿Lo oyes? —murmuró Salva.
—Sí. Pero no hay nadie —dijo Adri, enfocando el frontal hacia una curva del túnel. La oscuridad absorbía toda la luz.

Avanzaron más de veinte minutos, quizá treinta, con los pasos aún resonando tras ellos, como si los siguieran. El túnel se bifurcó, descendió aún más y se retorció sobre sí mismo. Perdieron la noción del tiempo y se desorientaron. Solo sabían que estaban muy por debajo del suelo de Alcorcón. Un poco más adelante encontraron una placa metálica oxidada colgando torcida de la pared que rezaba:

«Obra finalizada – 4 de octubre de 1935»

Adri sacó el móvil y comenzó a grabar en silencio con la mano temblando. «¿Qué coño es esto? —susurró».

Ninguno respondió. Se limitaron a girar sobre sus pasos para retroceder. Pero, al llegar donde debería estar la bifurcación por la que habían pasado, se encontraron con un muro de ladrillo en la boca del túnel por el que llegaron que además parecía llevar allí desde siempre.

Empezaron a correr por el corredor de al lado, y cada ramal que surgía, daba igual cual eligieran, terminaba en otro muro.

Hasta que dejó de haber opciones por donde avanzar y llegaron al final del túnel.

Entonces lo vieron: un grafiti húmedo en la pared. Las letras eran gruesas y brillaban bajo la luz de la linterna. Estaba recién hecho, como si alguien lo hubiera dejado allí para que lo viesen un minuto antes. Podía leerse: «4 de octubre de 2025».

Salva retrocedió con los ojos muy abiertos. Adri cayó de rodillas. El móvil seguía grabando.
—Esto no tiene sentido.
—¿Y si nunca salimos?
—¿Y si la fecha no era para nosotros?

Las risas volvieron. Esta vez más cercanas, más rápidas, más agudas,
y venían de todas partes.

Y ahora es tu turno, querido lector:  ¿te gustaría que se explorase todo el subsuelo de San José de Valderas para descubrir todos sus secretos?

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