Eduardo Hernández, vecino del municipio, fue vocal en una mesa electoral de la ciudad y comparte su testimonio con alcorconhoy.com. Ser mesa electoral en tiempos de Covid-19 en Alcorcón
«A las ocho de la mañana llegaba a mi colegio electoral, preparado para una jornada que se presentaba más larga incluso que mi jornada laboral. Con no mucho afán, siendo sincero, por la situación de pandemia en la que nos encontramos y que parecía que iba a dar ese toque distinto al día electoral. Pero a pesar de ello, con cierta ilusión, ya que era la primera vez que iba a estar entre los miembros de una mesa electoral.
Nada más llegar se presentó el primer inconveniente. Entre titulares y suplentes, mucha gente se agolpaba intentando escuchar las explicaciones que se daban. Para posteriormente, reunirse alrededor de cada una de las mesas en la que se iba a abrir acta. Con suerte, parece que ése fue el único momento en el que quizás no se respetó ni el aforo ni la distancia de seguridad.
Una vez que los trámites se iban solventando, se empezaba a vislumbrar la claridad y el distanciamiento entre las personas que constituían las mesas. El buen funcionamiento fue la tónica del resto de la jornada, con un gran trabajo de todas esas personas que estaban ayudando tanto fuera como dentro del colegio.
Apertura de los colegios… y largas colas
Una vez se abrió el colegio, los más prematuros a introducir su voto en la urna entraron con devoción y se generaron las primeras colas. Empecé a manejar con más o menos soltura el material, que se me entregó perfectamente precintado, y a subrayar los nombres de aquellos votantes que iban pasando. Y a su vez, le comunicaba a mi compañero vocal el nombre y apellidos del votante… con las dificultades que conlleva el tener que hacerlo con la distancia de seguridad, las mascarillas y el bullicio. Todo ello, por tanto, me impedía una correcta comunicación con mi compañero en un tono normal, obligándome a subir el tono. Acrecentando así, poco a poco, mi afonía.
Los votantes seguían llegando, y nos comentaban que fuera se estaba gestionando una larga fila para acceder al colegio. Esto daba lugar a que a veces podría entrar un gran grupo de votantes, parando todos en tromba en nuestra mesa. O, por lo contrario, éstos se distribuían en otras mesas, lo que nos concedía, a veces, un merecido tiempo de descanso.
Las pilas se iban cargando, gracias en parte a la gente que se acercó a votar. Muchos de ellos con una buena cara y un mensaje de ánimo, con los “primerizos” en poder ir a votar con gran ilusión, las charlas con mis compañeros de mesa que me cayeron fenomenal e incluso teniendo la gran suerte de tachar de la lista a amigos y familiares.
El voto de los enfermos de Covid-19
Sobre las siete de la tarde, se recomendaba que fueran a votar personas con Covid-19, así como a aquellos que fueran contactos estrechos de ellas o que tuvieran síntomas. Sobre el equipo, no tengo capacidad para indicar si era adecuado, pero al menos si me dio esa sensación; pantalla facial, dos mascarillas FFP-2, bata y guantes. A pesar de esto, se notó cierto temor. No solo entre la gente que estaba en el colegio, que se equipó hasta arriba, si no también entre el resto de los votantes. Ya que no acudió mucha gente durante esa hora restante e incluso es posible que la mayoría de los que acudieron fueran rezagados.
Una vez finalizada la votación, comenzó el eterno conteo. El manual de la mesa electoral no ayuda demasiado en la agilización de este proceso, ya que la presidencia de la mesa debería sacar voto por voto y proceder a cantarlo y enseñarlo a las personas presentes. Un procedimiento que, si todas las mesas acatarán, se extendería hasta altas horas de la madrugada. Las mesas que pude visualizar, además de la mía, al parecer siguieron el mismo método: entre los integrantes de la mesa iban abriendo y clasificando las papeletas en su correspondiente partido, para finalmente, contar entre los tres hasta conseguir ese ansiado cuadre con los votos recibidos mientras los apoderados no quitaban ojo. Una vez finalizado el recuento, echábamos mano del móvil, con curiosidad para ver los primeros resultados ya escrutados.
Problemas de protocolo
Se cerraron las actas y finalmente pudimos salir. Pero se presentaba el problema de que, por protocolo, no había suficientes coches de policía que acercarán a los presidentes a los juzgados… a no ser que se esperaran un tiempo indeterminado. Así que más de uno tuvo que hacer uso de sus coches particulares para poder poner fin a su jornada.
Fue así como di por concluida mi jornada electoral, pero llevándome una afonía, manos llenas de gel y un dolor de orejas que me hacía preguntarme si, realmente con una pandemia como la que estamos viviendo este año, también se pueda denominar este día como la “Fiesta de la democracia”. Al menos, parece que hubo más afluencia de votantes que en los anteriores comicios. Y espero que en las siguientes, ya sea como solo votante, o como constituyente de mesa y votante, se hable únicamente de lo importante: los votos«.
Texto y fotografías: Eduardo Hernández
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