Adaptación digital del artículo publicado en la edición de alcorconhoy.com en papel del número de marzo. Hacer que cuente desde Alcorcón
* Texto adaptado del decimocuarto número del periódico impreso de alcorconhoy.com, correspondiente a marzo de 2024. Para leer el periódico completo, puedes hacerlo haciendo clic aquí.
Me reencuentro con esta columna, querido lector, en la que me va a permitir que le hable en primera persona, semanas después de haber vivido unos de los días más felices de mi vida. Los días en los que pude hacer realidad algo que era para mí una fantasía lejana: llevar a mi familia a Southampton, mi ‘otro’ lugar en el mundo con permiso de Alcorcón.
Allí, al sur del Reino Unido, a cerca de 1.200 kilómetros de mi casa, la misma ciudad de la que zarpó el tristemente notorio Titanic en su primer y único viaje el 12 de abril de hace 112 años, es también el rincón en el que soy inmensamente feliz. Donde no pasa el tiempo y los problemas se difuminan. Mi ‘Imperio Romano’, que dirían los chavales de la Generación Z, siempre tan pendientes de buscar nuevos palabros y tendencias en Instagram y TikTok.
Pues sí. Southampton es mi ‘Imperio Romano’. El lugar al que me fui a trabajar en su momento, por aquello de experimentar, vivir fuera y aprender idiomas, y con el que conecté incluso antes de llegar. Es por ello por lo que, una vez cada cierto tiempo, siento la imperiosa (y real) necesidad de regresar allí. De volver a recorrer sus calles. Sus rincones. Sus mil y una historias sobre el Titanic, pues de allí eran casi la mitad de los fallecidos en la tragedia. De asomarme a su puerto. O de pararme unos instantes frente al edificio que fue mi hogar durante el tiempo que pasé allí.
Y también, cómo no, de volver a vivir un partido de fútbol en el St. Mary’s Stadium: el feudo del Southampton, mi club de Inglaterra y en el que se hizo leyenda el mítico Matt Le Tissier, que era tan aficionado al Southampton que nunca quiso moverse de allí, pese a que los que saben de esto dicen que fue uno de los mejores peloteros de los noventa. Poder llevar al St. Mary’s a mi padre, futbolero empedernido y ver con él a mi equipo allí… fue mágico, inolvidable. Como lo fue enseñarle a él, a mi madre y a mi hermana esa recóndita ciudad que tan feliz me hace.
Una noche, cenando en un restaurante, una camarera no pudo ser más franca. “Viviendo en España, con el buen clima que hace allí y lo bonito que es aquello… ¿qué se te ha perdido aquí?”, me preguntó. No sabría explicarlo. Pero sí que sé que lo que siento cuando estoy allí es indescriptible. Inexpresable.
Cuando tocó volver, porque todo lo bueno en esta vida se acaba, me vino a la mente una reflexión de Jack Dawson, el personaje que encumbró a Leonardo DiCaprio, precisamente, en Titanic. “Creo firmemente que la vida es un regalo y no pienso desperdiciarla. Nunca se sabe qué cartas te repartirán la próxima vez. Aprendes a aceptar la vida tal y como viene. Así, cada día cuenta”. Palabras para enmarcar. Qué importante es disfrutar de la vida, de placeres efímeros como ese viaje a Southampton en familia. Que importante es, en definitiva, hacer que cada momento cuente. Porque nada es eterno. Aunque, a veces, se nos olvide.
*Queda terminantemente prohibido el uso o distribución sin previo consentimiento del texto o las imágenes propias de este artículo.
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