Desde mi Colmena en Alcorcón: Welcome to the jungle

Desde mi Colmena en Alcorcón: Welcome to the jungle

Texto de opinión sobre la vida urbana y el entorno en el que gira en la sociedad. Desde mi Colmena en Alcorcón: Welcome to the jungle

Nueva columna semanal que nos da la bienvenida a la jungla del urbanita, el indígena de la salvaje ciudad que mayoritariamente obtiene su caza diaria en un medio que no dista mucho de nuestros orígenes: las oficinas.

Hace apenas tres semanas me reincorporé al mundo laboral asalariado (remarco esta condición porque trabajo no me faltaba, pero sí dinero).

Mi nuevo trabajo es un sueño del que no quisiera despertar. Sí, vaya por delante que, sea por mi cultivado escepticismo al respecto, sea por el maldito síndrome del impostor, desde el primer día me he sentido como si me hubiera caído en las manos el boleto ganador de una lotería exageradamente generosa.

El caso es que he agarrado esta presa con todos mis dientes celosamente apretados.

Mi nuevo trabajo reúne por un lado la seguridad del territorio en el que me crié y desarrollé profesionalmente durante once años y, por otro lado, la oportunidad de practicar uno de mis otros idiomas

¿Qué más podría pedir una apasionada políglota?

Pues lo que otras veces he echado en falta: la ausencia de esa personita que, condicionada por vaya usted a saber qué complejos y frustraciones alimentando un feroz sentimiento de competitividad, me ve como una amenaza y me sigue el rastro desde el primer tropezón que todos pegamos en la misma puerta de entrada que compone esos primeros días. ¿Quién no se ha encontrado con uno o más de estas rastreadoras de debilidades ajenas?

Admito que la forma en que me lo estoy tomando en serio la formación es hasta alarmante; que voy a saco, lo sé. Esta vez me pillan con un cambio integral y radical: ya no voy a esconder mis talentos, mi capacidad ni mi valía para que otros se sientan bien y me acepten. Porque esta vez los parámetros que definen el tipo de personas a quien deseo complacer están perfectamente  definidos. Porque voy bien servida de amor, admiración y reconocimiento gracias a mi familia, mi labor como escritora, presidenta de 100 Miradas y, sobre todo, mi total entrega como amiga y al servicio del bienestar común. Mi conciencia no puede estar más alimentada, mi ego más dominado ni mi necesidad afectiva más cubierta. La humildad y la generosidad enriquecen mucho, aunque la maquiavélica creencia al respecto diga lo contrario.

Volviendo a ese tipo de personita antes mentada:

Yo comprendo que el posible tedio de muchos años en una empresa impida a don/doña frustradito/a mantener presente en un momento dado el valor que tiene su puesto y que, por tanto, le pille desprevenidamente negligente la entrada de alguien que viene cargada con mucha ilusión y, por tanto, ganas de darlo todo en el trabajo.

Lo que me preocupa y fastidia, por cómo me afecta, es que alguno/a se sienta abrumado por el hecho de que la nueva quiera devorar en poco tiempo todo el conocimiento que sea capaz de asimilar para ponerse al día y a la altura esperada de ella.

No está siendo fácil. Soy consciente de que algo en mi gesto (lo que es la mezcla de esta innata cara de tonta con una prudencia mal interpretada como imprecisión), y sobre todo en el cuidado que pongo tanteando el medio (cuidado traducido como inseguridad); algo de todo este descalabrado conjunto, en fin, invita a las especies de la jungla a suscitar un cuestionamiento de mis habilidades, sintiéndose incluso alentados a intentar minar mi seguridad, tratando de hacerme dudar de mí misma para, finalmente, intentar culminar su narcisista estrategia desacreditándome ante los demás.

Como ya me las sé todas (pues para eso viene bien la edad), siempre procuro demostrar ante uno o más testigos que, si se da alguna de esas mil diabluras informáticas que nos asedian al comienzo, relacionadas con permisos de usuario (por poner un ejemplo),  de ninguna manera guarda relación con una posible incompetencia por mi parte.

Ah… la supuesta incompetencia ajena… Delicioso manjar para esos egos hambrientos de que sus estereotipos se cumplan contigo y así poder pasearse como aquellos romanos, celtas, cartagineses o íberos… con tu cabeza ensartada en su lanza, en un desfile triunfal de reafirmación.

En fin… Tan clásico como la propia Historia; tan cierto como que sabe más el diablo por viejo que por diablo. Aunque puestos a aludir a la veteranía, yo prefiero verme como una loba vieja que sólo llega para aportar su experiencia a la manada en beneficio de todos.

Y los diablos… Los dejamos para los ordenadores mal preparados y los esclavos de la competitividad.

Patricia Vallecillo – escritora.

Autora de la trilogía Las abejas de Malia y del cuento Letras para una bruja.

web: https://las-abejas-de-malia2.webnode.es/

Facebook: Las Abejas de Malia libro

Instagram: escritorapatriciavallecillo

*Queda terminantemente prohibido el uso o distribución sin previo consentimiento del texto o de las imágenes que aparecen en este artículo.

Sigue al minuto todas las noticias de Alcorcón a través del canal de Telegram de alcorconhoy.com. Suscríbete gratis pulsando aquí.

Sigue toda la actualidad de Alcorcón en alcorconhoy.com