
…y ella sola se murió, reflexiones sobre la naturaleza del destino. Desde mi Colmena en Alcorcón: Entre todos la mataron…
Me refiero a la buena fe, la paz entre patronal y obreros, la calidad de vida. Y no digamos aquel estado del bienestar anterior a la entrada de este milenio, en el que las leyes, de la mano de una buena inspección laboral, garantizaban que ninguna de las dos partes abusara de la otra.
Y es que esto de haber tenido trabajos que te ponen en contacto con las partes confrontadas (empresarios y empleados), escuchando argumentos de todos los colores por ambas partes, te conduce a las esencias de cada una de las muchas las posturas; te ayuda a discernir y a la vez te tortura porque deja todos aquellos principios, aparentemente inamovibles tras cada evolución, en una ruleta a merced de un azar que te muestra hasta dónde llega la mezquindad del ser humano y exhibe, hoy más que nunca, el fruto de su unión con la ignorancia: la estupidez más supina.
He conocido empresarios sin escrúpulos. Una no entiende cómo pueden maltratar y despreciar a sus empleados como si fueran carne de segunda. Sin embargo, opuestamente a lo anterior, he hablado con empresarios cargados de humanidad que saben valorar y respetar sus recursos humanos que tienen que lidiar con trabajadores que son verdadera carcoma.
Y es que también he hablado con trabajadores que reconocen engañar, fingir bajas… Que podrían rendir más (aunque sea por la propia satisfacción y fortalecimiento, ¡hazlo, jod…!) y no les da la gana por pura desidia contra el sistema, cuando lo único que están logrando es desmotivar a los pocos empresarios honrados que debieran servir de referente al resto. Cada empresario frustrado termina escarmentado por su buena voluntad y acaba así entre los del primer grupo mencionado, optando por deshumanizarse para ganarse el respeto como supuestamente parece funcionar a los del primer grupo mencionado.
Por otro lado, a su vez he conocido trabajadores dispuestos a darlo todo en cada trabajo, claro que sí. Pero estos fueron a dar con empresarios de ese primer grupo tan abominable una y otra vez y, tras un número indeterminado de hachazos en la misma mella, su voluntad, su afanosa naturaleza, ha resultado partida. Estos se quedan rotos, sin saber en qué emplearse, incapaces algunos incluso de volver a ocupar un puesto de trabajo tras el trauma ocasionado por su experiencia laboral. Los que se recuperan de tanto batacazo, salvo que tengan una fortaleza mental a prueba de bombas, pasarán a comportarse como los “trabajadores-carcoma”.
Esta situación recuerda un poco una conclusión que extraíamos de jóvenes sobre el amor (y por desgracia he constatado que dicha impresión sigue cundiendo), cuando decíamos que si alguien bueno había sufrido por amor terminaba haciendo sufrir después al siguiente, razón por la cual todos acabábamos haciendo sufrir en una pandemia de desamor.
Una vez, hace ni sé cuántas vidas, en una entrevista de trabajo y a la vista de mi evidente decepción observando el entorno y escuchando las condiciones, el entrevistador me dijo: “mira: el trabajo es como el amor: si no te convence desde el principio, no va a funcionar nunca”.
Obviemos la segunda parte de la sentencia y apliquemos la premisa que nos incumbe hoy: que, ciertamente, en lo referente a batacazos laborales como amorosos, las decepciones terminan generando una cadena de frustración alimentada por los siguientes inocentes que deciden “malignizarse”.
Y así nos va… tanto en el amor como en el trabajo (o los negocios).
¿Qué tal si luchamos por mantener la buena voluntad inicial pase lo que pase, por respetar nuestra propia naturaleza, sin dejar que la frustración se apodere de ella y la altere para adaptarnos, sobrevivir y demás excusas absurdas para tratar de justificar la cobardía de rendirse?
Patricia Vallecillo – escritora.
web: https://las-abejas-de-malia2.webnode.es/
Instagram: escritorapatriciavallecillo
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