Nueva columna semanal sobre disfraces maquiavélicos e incongruentes.
Hace todos los años del mundo, en la Facultad donde estudié era bien conocido que los partidos políticos (nos remontamos a tiempos de bipartidismo) suelen dejar a un lado sus ideales para vender su mercadería. En realidad, no renuncian a dichos ideales e intenciones; los ocultan y los dejan asomar de nuevo cuando ya han ganado las elecciones y nadie puede oponerse.
Se vuelven camaleónicos y pueden darnos sorpresas que llegan a insultar la inteligencia de los electores.
Las dos últimas, por ejemplo, han sido, por una parte, la de hacernos creer que un partido de derecha se preocupe por la gratuidad del deporte. Para acentuar el lustro de este disfraz de héroes no hay nada como un villano. Así que argumentan que la oposición se lo impide.
(Y por el mar corren las liebres, matarile-rile-rile… ¿Dónde y cuándo se ha dado el caso de que la médula conservadora y egoísta que subyace en la espina dorsal de la derecha se haya preocupado por que toda la población, sin discriminación alguna, tenga acceso a un bien o servicio social?)
Y la fiesta de disfraces sigue: ahora toca ponerse el de ecologista para denunciar la tala de una veintena de árboles en una calle de Alcorcón. Por mi parte, como ecologista auténtica necesitaba hacer mis averiguaciones porque, creedme, si aquellos con quienes comparto ideales hubieran cometido tal atrocidad con la desidia descrita, mi ira caería sobre ellos con todo el peso de mi decepción.
Afortunadamente para todos (salvo para los árboles, que me duelen de la misma insoportable manera, sea de quien sea la culpa), no ha sido así.
Tras consultar a testigos de la zona, visionar algún vídeo grabado por vecinos y recibir un pequeño informe con el nombre de la empresa constructora causante del descalabro, no es que me quede tranquila, porque cada árbol que me talan o queman es como si me lo arrancaran del alma. Pero al menos no tengo que agarrarme un berrinche contra aquellos en quienes confío. El mal es el mal pero el mal y sentirte traicionada es un doble mal. Por tanto, con los del bando opuesto soy implacable, pero con los míos como me fallen soy la caja de Pandora. Porque necesito conservar la fe en el buen hacer de aquellos a quienes he otorgado mi confianza.
Al igual que yo, creo que una gran mayoría de personas que no ha perdido la ilusión por lograr un mundo decente, vigilará con igual celo los movimientos de aquellos en quienes ha depositado, vía sobre electoral, la esperanza de una gestión más ética y justa.
En este segundo caso de los árboles, al parecer, la empresa hizo cositas de empresas malas como, por ejemplo, no emplear personal lo bastante cualificado como para saber que si dejas las raíces de los árboles a la intemperie (como hicieron ellos) pueden enfermar y, como en este caso durante el cual han transcurrido días de fuerte viento, caerse. Dos árboles cayeron al perder la sujeción natural que les proporcionan las raíces y un tercero como consecuencia de las lluvias.
Tras esto, el ayuntamiento recibió unos informes técnicos de la empresa, según los cuales por motivos de seguridad era necesario talar los árboles restantes. ¡Mira que fiarse de un gabinete de ingenieros especializados! Hombre… a quién se le ocurre.
Eso sí: ya me estáis plantando más árboles antes de la próxima primavera. Si había veinte, quiero cuarenta (yo aquí pidiendo como si fuera la futura reina, esa que ya está cobrando un pastón sólo por existir).
Por supuesto ―no podían perdérselo…―, para esta ocasión tan especial no podían faltar los acechadores que emplean su escaso talento y toda su energía esperando la oportunidad de lanzarse a la yugular de quienes sí se emplean a fondo en sus proyectos. Son de la misma pasta que esos trepas-carcoma de las empresas que sólo sirven para olfatear como carroñeros las “cagaditas” ajenas para hacer de ellas su banderita de bufón y mérito, en vez de arriesgarse a crear, idear y hacerse valer a través de sus propias propuestas y logros.
En fin, que la idea de una derecha ecologista hace que se me oigan las carcajadas hasta en Móstoles. Es como ver al abuelo de corneta y bandera con pollito disfrazándose de hippie para ligar.
Existe un podcast en el cual quienes padecemos cierta preocupación por estos asuntos seguimos las peripecias de biólogos, geólogos, agrónomos… que dejan constancia de la tarea que desempeñan los grupos activistas protegiendo los bosques (podéis preguntarme el nombre de dicho podcast en las redes).
Dichos grupos, unidos al vecindario, evitan que Ayuntamientos como el de Madrid (por ejemplo) logre convertir ciertos barrios de la ciudad en desiertos de hormigón atendiendo a sus criterios prioritarios: dinero y estética, y no por una mala jugada a manos de una empresa incompetente, como le ha sucedido a nuestro ayuntamiento.
Y ahora claro, con motivo de esta tala, consecuencia de una chapuza sin supervisión, los socios de los anteriormente mencionados se abalanzan sobre Alcorcón, último reducto sin conquistar en la Comunidad de Madrid; la Numancia de los nuevos romanos. Como la ley no les permite asediarnos hasta la inanición como hizo Escipión Emiliano con aquellos pobres celtíberos, se tienen que conformar con cambiar su disfraz de lobo por el de ovejita ecologista y con conciencia social.
Tela marinera el cambio de look. Ese sí que me da miedo. Más que todos los que he visto en Samhain (lo que llamáis Halloween).
Por cosas así impelo a jóvenes y adultos a esforzarse por mantener una actitud crítica con toda la información recibida; a armarse con los conocimientos (entre ellos históricos) necesarios para que este tipo de noticias les chirríen desde la primera palabra; a que no se traguen todo lo que les cuenten sin masticarlo ni un poquito y ver a qué intención sabe.
Si no es mucho pedir, dudad, documentaos. No engulláis sin más como pollos de corral.
Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una bruja, pueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web: “Las abejas de Malia”, así como en Amazon.
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