Ambos viajaban en el tren que estalló en la Estación de Atocha. Alberto y Osama, los dos vecinos de Alcorcón que perdieron la vida en el 11-M
Este viernes amaneció lluvioso, gris y tenue en la ciudad de Alcorcón y en toda la Comunidad de Madrid. Un “blue day”, que dicen en Reino Unido, de esos que merman las fuerzas de uno, y que recuerda a la atmósfera que rodea a la capital de España cada 11 de marzo desde hace 18 años. Desde que en la mañana de tal día como hoy, pero en 2004, el grupo terrorista Al Qaeda decidiera perpetrar el mayor atentado terrorista en la historia de España.
Un total de 191 personas perecieron aquel día, un jueves que nada tuvo que ver con otro cualquiera. Las diez bombas que estallaron entre las 7:37 y las 7:39 de la mañana en cuatro trenes de Cercanías Renfe que pasaban por las estaciones de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo sumieron a Madrid en el horror. Cerca de 1.900 personas resultaron heridas a consecuencia de la detonación, que trajo consigo miles y miles de lesiones de esas que nunca se curan: las que van por debajo de la piel.
Aunque la cifra total de fallecidos es de 192. Poco después, el 3 de abril, un equipo de los GEO (Grupo Especial de Operaciones de la Policía Nacional) se disponía a entrar en un piso de Leganés, ciudad colindante a Alcorcón y en el que descubrieron que estaban escondidos parte de los terroristas responsables de los atentados. Estos, al ver venir a los agentes, hicieron estallar 20 kilos de explosivos y se inmolaron. Un agente murió por efecto de la onda expansiva, lo que elevó esa triste cifra de inocentes fallecidos a 192.
Vidas segadas
Aquel 11 de marzo de 2004, dos vecinos de Alcorcón perecieron en los atentados. Ambos en el tren que estalló en Atocha. Uno era Osama El Amrati, un joven marroquí, de 23 años, que, gracias a la inestimable ayuda de su tío Ahmed, había llegado a España cuatro años atrás desde Marruecos. Osama trabajaba como albañil, y se había comprometido unos meses antes con su novia, Beatriz, con la que se iba a casar en un futuro cercano. La noche de antes, el joven le había escrito un SMS a su chica, en la que le recordaba lo que sentía por ella. “Habebe (traducido al castellano desde el árabe como ‘Mi amor’)… eres mi vida”, rezaba el mensaje. Horas más tarde, Osama cogía el tren que debía llevarle a trabajar. Pero perdía la vida en el terrible atentado.
En ese mismo tren viajaba también Juan Alberto Alonso, un joven de 38 años, casado y con una hija, Sara, a la que acababa de adoptar junto a su mujer, Nieves. Pocos meses atrás, Alberto, como todo el mundo le conocía, había conseguido una plaza para trabajar de administrativo en la Tesorería General de la Seguridad Social. Muy vinculado a la religión católica, Alberto daba clases prematrimoniales en una iglesia de Alcorcón. Aquel 11 de marzo, curiosamente, debía ser importante para la pareja por otro motivo: por la tarde, tenían una cita con un psicólogo, que iba a evaluar si eran aptos para adoptar a un segundo niño. Aunque antes, tocaba jornada laboral. Mas, de camino al trabajo, todo se truncó. Alberto quedó gravemente herido por la deflagración y fue trasladado al Hospital de La Princesa. Nada pudo hacerse por salvar su vida.
Homenaje en Alcorcón
Este viernes, el Ayuntamiento de Alcorcón ha celebrado un homenaje a las víctimas del 11-M en un acto especial, que ha tenido lugar en el porche del Teatro Buero Vallejo. De él ha querido formar parte Nieves, la viuda de Alberto, que ha sacado fuerzas de flaqueza para lanzar un sentido discurso desde el corazón. “Siempre hay una elección: vivir, o malvivir en el sufrimiento, el temor y la venganza; o elegir vivir hacia el amor, a pesar de la herida emocional. Si queremos que el mundo cambie, dejemos de culpar y de juzgar. Tenemos que empezar por nosotros mismos, respetando, perdonando, amando”.
En el acto se procedió, asimismo, a la colocación de una corona de flores en el Monumento a las Víctimas del 11-M, situado en el propio Buero Vallejo y en el que están grabados los nombres de Alberto y Osama. También se proyectó el documental de la BBC ‘El 11-M, narrado por las víctimas y sus familiares’, en un evento cargado de emoción y solemnidad. «Hoy reivindicamos la convivencia, con la esperanza de que los seres humanos no olvidemos que no hay camino hacia la paz, sino que la paz es el único camino”, quiso concluir Natalia de Andrés, la alcaldesa de Alcorcón. La herida del aquel jueves 11 de marzo de 2004, un año más, continúa muy abierta.
Fotografías: Ayuntamiento de Alcorcón