Desde mi Colmena en Alcorcón: “Letras para una flor”

Desde mi Colmena en Alcorcón:

Nueva columna semanal sobre la capacidad de alimentar nuestra fuerza con la adversidad. Flores de Loto, brujas… Estoicismo y magia.. Desde mi Colmena en Alcorcón: “Letras para una flor”

Tal vez haya mencionado antes el significado tan especial que tiene la flor de Loto para mí. Goza de una hermosa leyenda que convertí en poema para “El maestro griego”. No…, no soy poeta, pero aquél poema, al igual que la planta acuática a la que hace honor, brotó, creció y emergió, tal como el cuento de cuyo origen vengo a hablaros: “Letras para una bruja”.

Pero, ¿es cuento o una historia real? Ambas se entreveran en un halo bicolor de sueño y realidad. Una oscura realidad como el fango del que nace la flor de Loto que encarna el principio estoico: afrontar la desgracia con intención de salir más fuerte, poderoso y bello (bello, sí, porque la fuerza espiritual se exterioriza embelleciéndonos desde la mirada).

En la historia que vengo a contaros nació una flor de Loto ―el cuento―, junto a otra, aún más bella. Las dos asomaron a la superficie girando en un remolino que, como ya he dicho, mezclaba los dos mundos, haciendo indistinguibles maleficio y bullying.

Hace un año abrieron los pétalos para recibir Samhain en el teatro del colegio que,  a su vez, se encontraba en el cuento. Aquel colegio fue un doble escenario: en este mundo y en el de la flor de Loto. ¡Qué hermosa fusión de realidad y fantasía!

Hasta ahora he estado contando el cuento que pasa páginas de papel. Hoy hablaré de su origen, menos tangible.

En él hay una niña marcada, señalada, apartada como una bruja, que se topa con nueve niñas más; todas agraciadas con un espíritu hospitalario, auxiliador y sobre todo, sobre todo… desembrujador, pues cuentan con el entusiasmo y el valor que rompen cualquier maleficio.

Pero escarbemos aún más en ese origen con una breve pero ilustrativa descripción de los personajes principales.

Erase una vez una preciosa brujita pelirroja condenada al destierro por un mago malvado, ése que envenena los corazones de los niños para que las niñas especialmente brillantes sean expulsadas del mundo donde deberían ser felices. De ésos que las condenan a la invisibilidad, el silencio, el corazón amordazado y atado por la tristeza del cautiverio sin esperanza, de la soledad forzada y la ignominia. 

Por otra parte:

Erase un viernes por la tarde y, sin embargo, mucha tristeza; una escritora herida con tanta intensidad que no puede recordar qué ocasionó su dolor.

Tan fuerte era éste, que cuando asió la llave mágica que abre la puerta por la que entra su musa, ésta  agarró su mano con fuerza y tiró de ella, haciéndola pasar al otro lado: su mundo.

Durante aquella tarde y dos días de nuestro calendario, la escritora desapareció un tiempo inmedible aferrada a su kálamo, rellenando compulsivamente hojas y hojas de un cuaderno, sin más tregua que la imprescindible para alimentar su organismo mientras su conciencia se encontraba lejos, muy lejos.

Y mientras aquí transcurría ese tiempo contable, en los piélagos del exilio imaginario la escritora atravesaba una exuberante fronda de gruesos troncos y espesos arbustos, sintiendo en su piel cómo la luz dorada que se intercalaba entre ellos la sanaba todo estremecimiento maligno con maternales caricias, halo tras halo.

Así llegó a una preciosa casa construida al pie de un árbol gigantesco, cuyas raíces componían una magnífica estructura de pilares y vigas para el hogar de una pequeña bruja que salió a recibirla, ofreciéndole un libro escrito por ella.

Qué sorpresa para la escritora, cuando reconoció en aquel lindo firmamento de pecas gobernado por unos vivaces ojos avellana y flanqueado por dos gruesas trenzas pelirrojas, la dulce carita de la niña que sufría bullying en su colegio.

Poco duró el encuentro, pues un malvado mago la atrapó y la envió al mundo de donde venía la escritora, para hacerle padecer la invisibilidad y el mutismo en un aislamiento feroz que no le permitiría, ni tan siquiera, gozar de extender la tinta sobre el papel.

Así que la escritora dijo: “¡Eso ya lo veremos!” Y desde aquel mundo fantástico dotó a nueve niñas del mundo real con el antídoto contra los maleficios, la tristeza y la invisibilidad: la escritura.

Así pues, desde su colegio de Alcorcón elaboraron un cuento que liberó a la brujita.

Cuando la escritora volvió a su mundo, la niña también se había salvado.

Poco después participó con ella en la presentación del cuento, justo en el colegio donde fue desembrujada por las nueve niñas.

Y colorin colorado… Mmm… Cierto es que el final del cuento nos deja cierto sabor agridulce, pues la brujita debe separarse de sus nuevas amigas para volver a su mundo.

Pero no os aflijáis, pues os confesaré un secreto:

En realidad, la brujita se quedó aquí con sus queridas amigas, las desembrujadoras de brujas de Alcorcón. Algunos afortunados podemos reconocerlas por la avenida de la Libertad pero, ¿cómo? Veréis: si os fijáis, podréis apreciar los pequeños destellos que desde sus huellas reverberan por las baldosas blancas y rosas a su paso.

El brillo destaca especialmente cuando se dirigen a la academia de baile donde, repelidos por la magia de la danza, ni pusilánimes acosadores ni abyectos magos podrán ensombrecer jamás los pétalos de una flor de Loto que se ha crecido ante la adversidad y ha nutrido su fuerza con ella.

Y ahora sí: colorín colorado… que sigan bailando.

Patricia Vallecillo es escritora y vecina de Alcorcón. Sus últimos libros, El maestro griego y Vidya Castrexa, pertenecientes a la trilogía Las abejas de Malia, así como el cuento infantil Letras para una brujapueden adquirirse en cualquiera de las librerías que se detallan en el siguiente link de acceso a su web: “Las abejas de Malia”, así como en Amazon.

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